Eso les pasa por no cuidarse...
Cuando no hay mucho nuevo bajo el sol, nada mejor que reciclar. Y también, combinar: dos filmes exitosos del género del terror -por distintos motivos y vías ciertamente diferentes- como El bebe de Rosemary y Actividad paranormal. El engendro, dicho con todo respeto, es Heredero del diablo.
Veamos. Una parejita marcha muy, pero muy feliz de luna de miel a República Dominicana -cuya Secretaría de Turismo no debe estar muy contenta con cómo pintan al país-. Allí, la última noche, medio que se pierden y aceptan la invitación de un taxista, que ofrece llevarlos, en vez de regreso al hotel, a pasar una noche, cómo decirlo, distinta.
Y la parejita, que llegó muy, pero muy feliz, regresa muy, pero muy embarazada.
Ya con el título del filme de Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (qué apellido para un filme de terror) se sabe lo que tiene en el vientre la incrédula Samantha (Allison Miller), y de ahí la mención a aquella pequeña obra maestra de Roman Polanski de 1968. La referencia a Actividad paranormal es que Zach (Zach Gilford) se la pasa, cámara en mano, filmando todo. Y así es que descubre que, amén de que el comportamiento de su esposa a medida que crece la panza aumenta en improperios y gestos extraños, hay ciertas presencias rondando la casa.
Porque siempre es una casa, con escalera. Aquello que logró Polanski -que los vecinos del edificio de Rosemary eran los amantes del diablo- se ve que ya no rinde.
El género del terror es de los que más fanáticos tiene en nuestro país. O para decirlo con claridad: deben ser los mismos, pero que ante cada estreno, llenan las salas. Con Heredero del diablo presumiblemente pasará lo mismo: un éxito, aunque el filme no tenga sutilezas y sí muchos efectos.
A lo mejor el lector vio un video viralizado sobre un cochecito de bebe abandonado en las calles de Nueva York. La gente se acerca al oír llorar un bebe y, por un dispositivo, el bebe se levanta de pronto con cara de monstruo.
¿Lo vio? Si no le alcanza, vaya a ver la película.