Un paisaje de mármol y un hachero que tira abajo un árbol. Parece no haber mas sequedad que esa. Estamos en el Norte de la India, la provincia de Rajhastan, el paraíso de las piedras naturales. A esos planos fijos iniciales del documental de los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort le sucede un plano con cámara en movimiento que acompaña a dos mujeres con sus túnicas coloridas, estruendosamente coloridas de rojos y amarillos fuertes que contrastan sobre el paisaje árido.
Bello choque que la fotografía exalta a lo largo de todo el film cuya introducción, más bien descriptiva, ya presenta las tres ideas que va a desarrollar el documental: el trabajo, la ecología y las mujeres, puestas en lógico equilibrio. Sin lo uno no hay lo otro. La cantera avanza y el pueblo de Piplantri queda más pequeño. Tres personas entran a una casa abandonada y encuentran las herramientas de su padre. Ellos saben que algún día deberán dejar la aldea, que ya pasó la época de las plantaciones de manzanos y de plátanos. El 70% de la población india vive en este tipo de aldeas: los hombres mayormente trabajan en las canteras, las mujeres intentan escapar a las rígidas normas ancestrales: se reúnen y organizan para contenerse y acompañar a aquellas que esperan una hija, a las que muchas veces las familias pobres no solo rechazan sino que son capaces de deshacerse de ellas.
Camila Menéndez y Lucas Peñafort (también se ocuparon del guión) “fueron a la India movidos por el sueño de retratar la vida y la muerte en una cultura que es la madre de las creencias religiosas de la humanidad.” ¿Cuántas películas argentinas se filmaron en la India? Al menos una: Unicornio (el jardín de las frutas) de Pablo Cesar, un director que prefería estos paisajes extraños, en Unicornio un joven era sacrificado en una aldea habitada por mujeres. Distinta postura política tiene Hermanas de los árboles en un mundo que también necesita otras historias.
La historia de Piplantri es fascinante: a partir de la idea que un alcalde tuvo en el año 2005, motivado por la muerte de su hija adolescente, establece no solo un plan de empoderamiento de las mujeres sino que las convierte en motores de la reforestación y de la abundancia de agua. Una cosa lleva a la otra y en ese entramado el documental se convierte en vidriera de una experiencia modelo, sin desplegar metáforas, sino paraísos posibles en este mundo tan castigado.