La aventuras de Topa, Muni y La Pandilla de Sol
Aquellos que pasan la barrera de los treinta y pico crecieron fanatizados con películas como La gran aventura de Los Parchis (1982) y sus secuelas. Épocas en que lo único que importaba era ir al cine y ver en la pantalla grande a los ídolos infantiles dentro de una historia que cumpliera con un mínimo requisito: entretener con algo tan simple como un cuento. Hermanitos del fin del mundo (2011) cumple con ese objetivo y lo hace de la mejor manera posible.
En la austral ciudad de Ushuaia un grupo de chicos habitan en el orfanato Hermanitos del fin del mundo. Todos los días a la hora de la merienda junto a Pato (Topa) y Piru (Muni), dos de los instructores, ven por la tele La Pandilla de Sol –emulación de los TeenAngels-, uno de los programas infantiles de mayor éxito del momento. Pato quiere ser como ellos pero sus inseguridades no se lo permiten. A su vez, el orfanato atraviesa una disputa económica y su continuidad corre peligro ya que puede caer en manos de la resentida Malva Dalton (Norma Pons). Pero gracias a La Pandilla de Sol, Pato, Piru y los chicos que habitan el lugar todo seguirá por sus cauces normales.
Julio Midú (Crisálidas, 2010), uno de los hacedores de la fundación Cine con Vecinos, concibió esta obra junto a su coequiper Fabio Junco de forma amateur. Las vueltas de la vida quisieron que lo que había sido una austera película rodada a pulmón tuviera su remake con los protagónicos de los ídolos infantiles Topa y Muni, conductores del ciclo televisivo La casa de Disney Junior. Así es como Hermanitos del fin del mundo se convierte en remake y llega al gran público infantil seguidor de estos histriónicos y carismáticos animadores.
Esta producción distribuida por Disney posee todo lo que los chicos esperan, sobre todo aquellos que rondan los cuatro o cinco años. Hay un cuento clásico habitado por malos muy malos y buenos muy buenos, hay aventura, acción, un mundo mágico, valores un tanto subrayados y canciones acompañadas de grandes musicales, que sin poseer un gran despliegue coreográfico le dan al film el toque de frescura y colorido que necesita.
Sin duda va a existir la odiosa comparación con el programa televisivo Chiquitita. El tema de la orfandad, los musicales, los buenos contra los malos, entre otros tópicos similares hacen que sea inevitable caer en ese lugar. Pero a pesar de lo obvio, la comparación se disuelve a minutos da haber comenzado la historia ya que Hermanitos del fin del mundo no convierte ese mundo onírico en una perfecta ensoñación irreal en donde el orfanato es un palacio y los niños los príncipes que habitan dentro de una mentira. Uno de los grandes aciertos de la trama es el de recurrir a una construcción estética simple en donde la ambientación y el vestuario no crean falsas expectativas sobre ese universo y que, a pesar de lo “cinematográfico”, no se aleja de lo real.
Hermanitos del fin del mundo no tiene grandes pretensiones más que la de contar un cuento visualmente atractivo. Si esa es la meta, bienvenida sea. Por los menos la diversión para los más chiquitos está asegurada. Y eso hoy en día alcanza y sobra.