Fallida propuesta para toda la familia filmada en Ushuaia
Hermanitos del fin del mundo transcurre en Ushuaia, y aunque no lo aclare, parece estar ambientada en la actualidad. Claro que los indicios tienen aquí más que ver con los celulares que usan algunos de los personajes y los televisores por los que espían a sus ídolos de reality show, otra marca de contemporaneidad que el guión desmiente en cada escena.
Es que este film infantil protagonizado por Diego Topa, Muni Seligmann (ambos estrellas de la señal Disney Junior), Norma Pons y Fabio Aste tiene una historia que oscila entre la crueldad de los relatos decimonónicos y el estilo visual de un videoclip de los años 80. En el marco de los espectaculares paisajes del Sur -que de todos modos la fotografía no aprovecha del todo, repitiendo escenarios en la hora y media de película-, un orfanato de niños superfelices está en peligro de desaparecer. Para defenderlo están Pato (Topa) y Pirucha (Seligmann), la directora (Elizabeth Killian) y la profesora que interpreta Mimí Ardú. Del lado de los malos está Malva Daltón, una rica millonaria que se traslada en un auto antiguo y se parece mucho a Cruella De Vil. Claro que la villana que Norma Pons transforma hábilmente en caricatura no está interesada en maltratar perritos sino en vengarse de una muy infeliz infancia en el orfanato en cuestión. Para ello no se detendrá ante nada y hasta recurrirá al secuestro reiterado, un delito que el film infantil trata con una liviandad asombrosa.
Estética televisiva
Muy lejos de sus encantadores y didácticos personajes televisivos, Topa y Muni cantan y bailan como en la pantalla chica, pero sus actuaciones en formato cinematográfico no convencen. De hecho, todo el desarrollo del film tiene algo de tira televisiva cuyos conflictos se resuelven con menos coherencia que urgencia. En términos visuales, Hermanitos del fin del mundo también sigue lecciones de composición de la pantalla chica, aunque la cámara más bien estática sugiere una TV de hace unos cuantos años.
De hecho, es muy difícil no establecer comparaciones entre el universo que pinta este film con aquel creado por Cris Morena en la época de Chiquititas. Y a pesar de todo el tiempo transcurrido, el programa de Morena parece estar a años luz en entretenimiento y didactismo de esta película. "Lo importante es que los chicos no sepan nada de esto", dirá un personaje en algún punto del film, instalando la mentira como una respuesta viable, aceptable y preferible en la relación entre adultos y niños.
En un guión que se apoya en un sinfín de estereotipos pasados de moda, un par de intérpretes logran elevar su trabajo por encima del material de origen. Entre ellos están la mencionada Pons y Fabio Aste, que hace de un despreciable trepador un malo que en principio aparece sin demasiados matices pero que el trabajo del actor logra dotar de la gracia de la que el resto de la película carece.