ATORMENTADO DRAMA SOBRE LA GUERRA Y SUS SECUELAS
Hondo y reflexivo filme del irlandés Jim Sheridan, recordadísimo por sus profundos dramas como “Mi pie izquierdo”, “En el nombre del padre” o “Golpe a la vida”.
La presente historia es una más de entre miles que, seguramente, se deben haber vivido en el golpeado país norteamericano desde la declaración de guerra con Afganistán. Miles de soldados que vuelven de la guerra (de ésta y de cualquiera), deben luchar para volver a la normalidad y cotidianeidad de la vida que tenían antes de partir al frente.
Se sabe que participar de una guerra resulta terrorífico; las contiendas bélicas del siglo XX han hecho estragos en las psiquis de los soldados, llevándolos, en muchos casos, al suicidio y a la incapacidad psicosocial.
La película, una remake del filme homónimo danés de 2004, cuenta la historia de dos hermanos: el capitán Sam Cahill (Tobey Maguire), y su hermano menor Tommy (Jake Gyllenhaal), de caracteres muy distintos. Sam, a punto de salir para su cuarta misión, es un hombre seguro y devoto de su familia: de su mujer Grace (Natalie Portman), con la que tiene dos hijas pequeñas, y de su padre (Sam Shepard) y hermano. Tommy, recién salido de la cárcel, es la oveja negra de la familia, pero Sam es el que más lo apoya y contiene.
En plena misión en Afganistán, Sam desaparece en combate y es dado por muerto, y los Cahill se enfrentan a tener que vivir sin la cabeza de familia. Tommy, de alguna manera, intenta ayudar a Grace y a las niñas, ocupando ese vacío dejado por Sam, acompañando a diario a su cuñada y sus sobrinas o haciendo arreglos en la casa.
Pero Sam no ha muerto; ha sido capturado por los talibanes y sometido a torturas que amenazan con destruir sus sentimientos. En medio del dolor y el desconcierto de una nueva vida, Grace y Tommy se sienten cada vez más cerca. Cuando Sam regresa inesperadamente, la tensión se instala en la familia, y la tragedia está muy cerca de estallar.
Lo fuerte de este intenso drama está en las actuaciones: Maguire hace muy bien en sacarse las telarañas de su famoso Spiderman y entrega un rol digno de aplausos, protagonizando escenas de alto contenido de violencia y desasosiego, transformando su interior y exterior para este rol. Gyllenhaal y Portman le ofrecen toda su sensibilidad a sus personajes, intentando contener lo que parece incontenible. Las húmedas mejillas de Portman, llenas de tristeza y desvelo, resultan conmovedoras.
Sheridan consigue momentos de gran vigor dramático que asfixian al espectador al ver el estremecimiento de ese capitán que ha perdido uno de sus bienes más preciados: la cordura. Y con ella se van, tal vez, la posibilidad de volver a conectar nuevamente con el mundo que lo rodea, especialmente con sus adorables hijas y su fiel esposa. La última escena del filme y, especialmente, la última línea de diálogo de Tobey Maguire, son de una tristeza tan cruel como verdadera, que posiblemente, la mano de un director norteamericano se habría encargado de edulcorar, con un final edificante y esperanzador. Jim Sheridan no es concesivo con sus personajes y su realidad, y firma una obra mayor que no resulta indiferente bajo ningún aspecto y reclama con sordos gritos un “No a la guerra”.