El regreso del infierno para recuperar el orgullo
La aparición de un film de Jim Sheridan siempre es motivo de interés. Desde Mi pie izquierdo (1989), el realizador irlandés mantuvo una mirada crítica y sensible que se continuaría, con el mismo actor, Daniel Day Lewis, a través de títulos como En el nombre del padre (1993) y Boxer (1997), donde el conflicto entre ingleses e irlandeses haría de estos films lugares de referencia. Tierra de sueños (2002), por su parte, ahondó en las rasgaduras y quiebres del denominado "sueño americano".
Hermanos, remake del film danés de Susanne Bier, de 2004, deposita su mirada en un conflicto triangular que, en verdad, deriva en una situación familiar y social más profunda. El inicio sitúa la acción en las puertas de una prisión, durante el reencuentro entre Sam y Tommy (Maguire y Gyllenhaal), marine y ex convicto respectivamente. Una balanza que podrá tanto equilibrar como desequilibrar hacia lados diferentes.
Sam es padre de familia, hijo de orgullo para un padre otrora combatiente en Vietnam (el gran Sam Shepard), también para su mujer (Natalie Portman), alguna vez porrista de este héroe deportivo ahora devenido esposo y soldado de la patria. El deber llama a Afganistán, y la familia deberá sobrellevar otra vez la ausencia paterna.
La simetría entre Sam y Tommy comienza a jugar en otro sentido. La ausencia de uno será presencia del otro. Y si bien el triángulo es uno de los lugares narrativos, será otra la importancia del relato. Pocos films recientes han mostrado la figura del soldado norteamericano de una manera tan vencida.
En Hermanos la problemática es más cercana. Más afectiva. También más cruel. Uno de sus mejores momentos se circunscribe a la mesa familiar, con el cumpleaños de una de las hijas delineado desde un clima de tensión creciente, a punto de estallar. Más el antes y después que se evidencia en la composición actoral y el estado físico derruido de Tobey Maguire, aquí alejado del estereotipo adolescente de Hombre Araña.
Hermanos se vuelve una mirada despiadada, pero profundamente humana. Es capaz de mostrar el infierno desde el hombre solo, desde quien pelea por los valores inculcados y por su patria. Pero familia, patria e infierno, se han vuelto términos analogables, y el orgullo del apodado "héroe" deberá sobrevivir ahora al callejón sin salida al que fuera arrojado.