Cuando se estrena una remake estadounidense de una película clásica o de alguna que no sea de Estados Unidos, es inevitable hacer una comparación con la película original, que generalmente, supera a la remake. Hay casos aislados de versiones que superaron o igualan en calidad a la anterior, ya sean fieles o apenas inspiradas.
No vi la película original de Bier. Se trata de una deuda pendiente. Hace tiempo que la vengo postergando… desde el momento en que se estrenó. Pensé que esta debía ser la oportunidad ideal, una excusa para armar un crítica comparativa. Sin embargo, al notar que los demás críticos, no pueden ver objetivamente esta versión de Sheridan, porque se le viene a la memoria la película danesa, tomé la decisión de seguir postergándola para armar una nota genuina.
Es cierto, que si se tratara de otro realizador, probablemente me gustaría compararla, pero al tratarse de Jim Sheridan, un director con una notable filmografía, distinguida marca autoral, prefiero venerar la manera en que Sheridan, hace propia una historia ya filmada.
Durante la guerra de Irak, Sam Cahill, un capitán estadounidense (Maguire), es tomado como rehén de los talibanes en Afganistán. Su familia y el ejército lo dan por muerto. En su casa, su hermano Tommy, un ex presidario, la oveja negra de la familia, trata de ocupar el lugar del mayor: para compensar sus “faltas” del pasado, cumple el rol de padre y marido ausente. Pronto, Tommy muestra su perfil más vulnerable y sentimental, las hijas de Sam lo aprecian, y el resentimiento, que Grace, la esposa de Sam, sentía hacia él, se van disipando. Entre ambos se cosecha una relación que empieza a traspasar la barrera de simples cuñados. El problema surge cuando Sam es liberado y vuelve a casa, con un grave trastorno psicológico, y un secreto entre manos.
Sin descuidar el contexto histórico bélico, Sheridan hace hincapié en el conflicto familiar. En la película hay tres relaciones que generan tensión: la fría y distanciada relación entre Tommy y Sam, la relación de Tommy y su padre Hank y la relación de Isabelle, la hija mayor de Sam y Grace, con Tommy, su propia hermana y posteriormente con Sam.
Estas tres relaciones, que son periféricas al “supuesto” conflicto principal: el triángulo amoroso entre Grace, Tommy y Sam, cobran mayor protagonismo gracias a las poderosas actuaciones de Shepard y la joven Bailee Madison.
Al igual que en Mi Pie Izquierdo, En el Nombre del Padre y Tierra de Sueños, la relación padre e hijos, le importa mucho más a Sheridan, que el sheakspereano conflicto de celos de hermanos.
La tensión va in crescendo, y mucho ayuda mostrar, la evolución del deterioro psicológico de Sam. Evitando una clara bajada de línea política, al igual que hizo Bigelow con Vivir al Límite, el director muestra como la violencia acumulada, termina explotando dentro del contenido capitán, y como esa “bomba de tiempo” en el interior del personaje, explota en el campo, y cuando vuelve de la guerra. Al igual que la última gran ganadora del Oscar, Hermanos, hace énfasis en el hecho de las consecuencias en la mentalidad del soldado estadounidense, en el carácter adictivo de la violencia. Sin embargo, no hay que dejar de lado, el “incidente” que Sam trata de ocultar. Así como en Pecados de Guerra de Brian DePalma, lo que sucedió durante la guerra tendrá graves consecuencias en la moral del soldado “perfecto” cuando vuelve.
Sheridan critica sutilmente el carácter nacionalista y orgulloso de las familias estadounidenses, que tienen un veterano de guerra por generación, y cuan vergonzoso es tener un “rebelde” dentro.
El gran problema de este producto no son los momentos cursis, previsiblemente románticos. Tampoco las situaciones o diálogos más obvios del guión básico de Benioff (una buena promesa tras la gran Hora 25). Inclusive, tanto Tobey Maguire y Natalie Portman, dos actores con un registro interpretativo bastante limitado en el pasado, demuestran gran madurez y contención emocional. Los momentos de explosión no resultan forzados, y las escenas más sentimentalistas no terminan convirtiéndose por suerte en un mar de lágrimas. El resto del elenco, Shepard, Winnigam, y especialmente Gyllenhaal muestran la solvencia, a la que nos tienen acostumbrados hace tiempo. El problema, es que toda la tensión acumulada que explota en dos soberbias escenas, clases ejemplares de dirección actoral, sumado con una puesta de cámara sutil, invisible pero precisa, y un trabajo sonoro y fotográfico meticuloso, derivan en un final banal, superficial, simplista, similar al de un drama de Hallmark para televisión.
¿Es posible acaso, que Sheridan decida tirar toda la potencia que supo elaborar de forma más que solvente, durante hora y media, que cierre cada una de las subtramas, que le daban mayor volumen a la narración, con un final tan inverosímil, tan previsible y grasoso? ¿Por qué no darle un epílogo mejor? ¿Cómo puede simplificar y olvidarse de cada uno de los personajes secundarios y sus conflictos? No voy a dar detalles, pero a Sheridan le falló el tiro del final.
A falta de imaginación Benioff, decide optar por dar el final conciliador que le gusta al público más conservador estadounidense. La crítica social queda a mitad de camino. No logra llegar totalmente.
Si bien, no podemos decir que se trata de un producto ni siquiera mediocre, es desilucionante tal resolución.
A pesar de todo, destaco las soberbias interpretaciones del trío protagonista (más que nada, porque superaron mis expectativas), de algunos secundarios (vuelvo a destacar la increíble interpretación de la joven Madison), así como es una lastima que algunos buenos actores como Clifton Collins Jr. y Carey Mulligan (la eligieron antes que sea nominada por Enseñanza de Vida) estén desperdiciados.
Como es costumbre, donde hay un director irlandés, U2, aporta una melancólica canción para los créditos finales.
Reivindico las intensiones de Jim Sheridan y su mano de artesano para crear un drama intenso, que no da respiro, que trata de dar un mensaje reflexivo, y que a pesar de no completar las expectativas previas, termina siendo una propuesta atrapante y atractiva.
Seguramente, en el futuro nos obsequiará trabajos mejores.