Carey Mulligan: vigilante aséptica. Una terrible experiencia personal la ha llevado al camino inhóspito de la venganza, tomando como objetivo a aquellos depredadores sexuales que asaltan a chicas indefensas y alcoholizadas hasta el desmayo. La premisa es potente, la perfomance impecable… pero la ejecución carece criminalmente del filo que debería tener. Si bien es cierto que el personaje de la Mulligan está plagado de facetas fascinantes, lo que no convence es su trabajo como vigilante. Atrapa a los tipos, les pega un flor de susto, les acepta unas sentidas disculpas – después de que éstos se hayan orinado en sus pantalones – … y luego los suelta.
El drama con todo esto es Emerald Fennell, la directora y guionista. La Fennell tiene talento de sobra – es la responsable de los mordaces libretos de Killing Eve -, pero acá quiere cumplir su agenda feminista a rajatabla… y ello la lleva a tomar cuestionables decisiones artísticas que terminan por castrar el enorme esfuerzo de Mulligan como actriz. La Fennell está tan empeñada en que la Mulligan sea una persona tan carente de pecado que se olvida de la lógica y de los sentimientos viscerales que forman su cruzada. En un momento la Mulligan droga a una antigua compañera de escuela, la hace cargar hasta un cuarto de hotel por parte de un gigoló… y todo ello da para pensar en la peor de las venganzas, incluyendo fotos, videos y un mailing masivo a toda su familia, amigos y compañeros de trabajo. Pero no: solo se queda en el intento, en el susto, en un chas chás en la cola (¿viste lo que te podía pasar?) y se terminó. Y todo eso se empieza a volver marcadamente frustrante. Idem cuando la Mulligan le saca el celular a una adolescente, va a visitar a su madre – una prestigiosa directora de escuela que apañó en su momento a los violadores de su amiga – y le dice que la dejó drogada y desnuda en plena fiesta llena de pardillos colocados hasta por las nubes. Cuando la mina se deshace en llanto implorando saber dónde está… ¡ups!, solo fue un secuestro virtual. ¡Sólo quería que me pidieras perdón, tontita!.
Para hacer que su protagonista sea una cruzada de brillante armadura (e incapaz de pecado profundo alguno) la Fennell toma giros y turnos rebuscados. Como que la Mulligan se encuentra en misión de venganza porque unos tipos emborracharon y abusaron de su única amiga durante la época del secundario. Digo: ¿por qué no poner a la Mulligan directamente como la víctima?. ¿Por que no sería creíble que ella solo se la pase asustando tipos en vez de matarlos o rebanarlos?. ¿Acaso es mas creíble lo que hace ella en la película?. La Mulligan hace esfuerzos titánicos – personales y monetarios, aunque tenga un empleo de mala muerte en el café de Laverne Cox – para atrapar tipos y solo asustarlos hasta la muerte. Hacerse pasar por mina ultraborracha para que cualquier nabo la levante en una disco, se quiera hacer el bueno, la lleve para su domicilio en vez de el de ella y, cuando está toda desmayada, vomitada y a punto de que le quiten la ropa, se despierte toda lucida y les pegue un zogaca diciéndoles “¿qué caraj… me pensabas hacer, flaco?” con voz gruesa e hiper coherente. Y les deja la duda flotando en el aire que, quizás, la próxima mina inconsciente que se levanten podría traer unas tijeras consigo y hacer la gran Lorena Bobbitt.
Ello no significa que Una Mujer Joven y Prometedora no tenga sus momentos – las inspiradas trampas de la Mulligan (y, en algunos casos, con resultados realmente inesperados); la sufrida vida de sus padres (Clancy Brown y Jennifer Coolidge), resignados a ver cómo su hija se la pasa haciendo cosas raras y tratándola como si fuera lo mas normal del mundo; el inesperado romance con Bo Burnham -, e incluso que se relama con el humor negro pero, rayos, ésta es una premisa que rebosa oscuridad por todos sus poros y que clamaba a gritos atravesar todo tipo de límites en un desenlace bañado en sangre a lo Sicópata Americano. Lamentablemente la Fennell le esquiva el bulto e insiste en poner a la protagonista en papel de víctima – aún cuando está en compañía de los peores tipos, gente que se merece el peor de los castigos -, algo que definitivamente no se siente natural con el curso de acción de las cosas que el filme ha trazado. De todos modos el clímax es satisfactorio pero creo que merecía otro desenlace de mayor impacto.
Es formidable ver a Carey Mulligan – alguien a quien solo he visto en culebrones y dramas de época aunque sé que tiene una carrera actoral mucho mas importante – pintarrajearse, despojarse de si misma y descender a los infiernos en un rol super jugado pero, por el otro lado, no creo que la directora Fennell vaya a la par con el grado de entrega de la actriz. No significa en absoluto que sea un mal filme pero no me impresionó como esperaba. Es uno de esos casos en donde el trailer se ve mucho mas salvaje que lo que el filme realmente es y en donde el producto final – a ojos de este samaritano – podría haber sido mucho mas mas venenoso, inquietante y memorable si hubieran puesto a Bret Easton Ellis como script doctor.