VIOLACIÓN, VENGANZA Y CANCHEREADA
Los primeros minutos de Hermosa venganza son los mejores. Porque definen una propuesta estética, un concepto y una narración imprevisible en el buen sentido: no sabemos muy bien qué estamos viendo, pero de algún modo nos intriga. La tragedia de la película de Emerald Fennell es, precisamente, cómo va traicionando minuto a minuto todo eso que propone en el arranque. Lo primero que vemos son planos de hombres bailando en un boliche, planos que cierran sobre sus culos y sus braguetas, planos que sexualizan irónicamente el cuerpo masculino de una forma evidente y precisa, cuerpos comunes y corrientes mirados con ojo lascivo. A continuación, Cassie (Carey Mulligan en una actuación vigorosa, poco habitual en su carrera) entra en escena, totalmente borracha, desparramada en un sillón del boliche, dispuesta como presa de aquel grupo de hombres. Uno termina aprovechándose de ella y llevándola a su departamento. Y ahí Hermosa venganza dispone la primera sorpresa, Cassie pasa de víctima a victimaria y demuestra que no solo estaba dominando la situación, sino que además todo estaba pensado en función de una venganza feminista contra el hombre misógino. Fennell parece prometernos un viaje hacia una película de violación y venganza (aunque dentro de la estructura de cine indie), un subgénero del cine de terror de los 70’s que hoy, dada la agenda temática que maneja Hollywood, podría reinstalarse plenamente.
Claro que Fennell tiene un problema, ella se cree superior a quienes dirigían aquellas películas y cree que puede hacer algo mejor, incluso que su responsabilidad social ante el público es otra (porque hoy la gente que hace cine se hace esos planteos). Es entonces que Hermosa venganza elude la responsabilidad gore y desprejuiciada de aquellas películas, para convertirse en otra cosa, fundamentalmente en una película sin un tono preciso, sin una idea concreta de cómo contar lo que tiene que contar. Se podrá decir que esa poca homogeneidad conceptual es una apuesta de la directora para sorprender al espectador, pero en verdad se trata de un recorrido astuto, más ingenioso que inteligente, para aprovecharse de los temas de debate del presente e instalar a su película en un lugar de importancia que prescinde del cine. Tan mal no le fue, Hermosa venganza avanza sin problemas en la temporada de premios.
Lo que en un comienzo parece una selección aleatoria de Cassie, luego se vuelve un plan, un sistema: en verdad la protagonista lo que busca es vengar un crimen sexual del pasado que la dejó congelada en su adolescencia y hacia allí va, buscando a todos los que estuvieron involucrados. Un poco la película dice eso, cómo una tragedia nos puede dejar atrapados en ese pasado, pero Fennell prontamente desecha ese conflicto interesante para volver al camino vengativo, que tiene sus desvíos y sus contradicciones, pero que avanza firme. El problema de cuando se revela ese sistema que aplica la protagonista es que la propia película se vuelve un sistema, ahora sí previsible, que recurre a lo colorido y al humor negro como una carta de presentación ideal para una generación que cree más en los eslóganes que en lo concreto, una canchereada constante que no tiene la valentía de volverse lo decididamente espesa que se supone a sí misma. Un poco Hermosa venganza es la película feminista ideal para la era de las redes sociales y el hashtag, como Natalia Oreiro puteando taxistas en Re loca.
Ahora bien, lo que no vimos venir es el final que elige Fennell para su historia y su protagonista. O el doble final, mejor dicho. El primero de ellos es feo y trágico, y que en los parámetros del propio film supone una derrota, que en todo caso sería un poco más preciso y hasta definiría mejor el estado de las cosas, más allá de algunos cambios de tono innecesarios que demuestran otra vez la confusión general de la película (hay un chiste por montaje que es la cumbre de la tontería y la canallada). El segundo final no solo es insostenible narrativamente, sino que además deja entrever algunas contradicciones no asumidas de la directora y guionista. ¿La justicia solo se puede imponer a partir de un sacrificio? ¿Esa justicia que llega desde una suerte de más allá 2.0 no se parece demasiado a la justicia divina? ¿Es esa la justicia que necesitaban Cassie y su causa? ¿Esto es lo que hay que celebrar? Ese doble final de Hermosa venganza es un poco vergonzoso y demuestra el desboque que suelen tener algunos guionistas puestos a directores, sin límites y rizando el rizo de una manera innecesaria. Hermosa venganza era una oportunidad de darle una rara centralidad a un subgénero complicado e incómodo, pero a la directora la pudo más su apuesta por la provocación, la canchereada constante, la misantropía y el cinismo.