El amor brujo
Debo confesar que esta nota esta impregnada por la primera sensación que me produjo el filme, me sorprendió.
Intento adentrarme en las películas sabiendo lo menos posible de las mismas, pero antes de comenzar la función un critico amigo me dijo: “….Mirá, que es la primera de una saga tipo Crepúsculo”. Eso hizo que me mal predispusiera a verla.
Pero no, la historia transcurre en un pequeño pueblo, donde nunca pasa nada, y lo poco que pasa esta regido, controlado, supervisado, por la Iglesia, pero luego de transcurrido unos minutos vemos que el espacio físico más importante es la biblioteca.
Este hecho, que no es aislado, estará propulsando la construcción de los protagonistas y a los personajes secundarios, de soporte y los laterales.
La historia narra la relación casi imposible, tipo Romeo y Julieta, entre dos jóvenes, uno, un NYC (nacido y criado en el lugar), hijo de una familia influyente, el otro, una joven que llega para vivir con su tío, el hombre rico del pueblo, sobre el que se cierne una maldición sabida por todo el pueblo y negada por la familia.
En ese típico pueblo sureño, donde la historia paso por el costado pero que no quedo inerme a los cambios tecnológicos, las salas de cine casi en desuso, pues los filmes llegan primero en DVD e Internet, es la forma de comunicación cotidiana hasta entre los habitantes del lugar.
Pero Ethan Wate (Alden Ehrenreich) no es el adolescente pueblerino común, corriente y adaptado, fantasea con aventarse de su aburrida y monótona vida, donde todo es previsible y estipulado, hasta que conoce a Lena Duchannes (Alice Englert). La atracción es instantánea, mutua, acelerada, ella es concretamente la chica de sus sueños.
Son tal para cual. El primer detalle de identificación entre ellos es que ambos son amantes de la lectura, de ahí su concurrencia a la biblioteca.
Tampoco es casual los libros que leen, “Matadero 5” de Kurt Vonnegut, cuyos protagonista son niños inmersos en al segunda guerra mundial. Él quiere ser escritor, ella por su parte lee y le recomienda “Trópico de Cáncer” de Henry Millar, cuyo protagonista es un escritor que apenas puede sobrevivir.
Este es uno de los pequeños grandes hallazgos del filme, ambas novelas tiene en coincidencia que fueron publicadas en los Estados Unidos en los años 60, la de Miller escrita en la década del 30, y luego de publicada fue prohibida por obscena, época de grandes cambios y tragedias en los Estados Unidos, recordemos el asesinato de Martín Luther King, sobre todo en ese sur discriminador, xenófobo, racista, que todavía sigue pagando las consecuencias.
Hasta se podría hacer un paralelo entre este amor prohibido y aquellos que fueron castigados por concretarlos en ese momento y lugar.
Volviendo a la película, él es un humano común y corriente y ella enseguida le confiesa ser una casper, no le agrada el término bruja, esa es la maldición que cae sobre su familia, pero aclara hay brujas buenas y brujas malas. Lena esta por cumplir 16 años, es el momento donde las fuerzas del bien y del mal se disputaran a la joven para llevarla para sus huestes, pero no sólo por eso, esto es así, la edad de los personajes esta estipulada para que sean verosímiles a sus actos y sus proyectos.
Él tiene la misma edad, ambos concurren a la misma escuela y transitan por el último año, es el momento elegir una universidad para continuar los estudios.
Él desea irse lo más lejos posible, secundado por su mejor amigo, hasta que la conoce a Lena. Claro, ahí cambian sus prioridades.
El segundo punto, y no menos importante para que estos personajes, es que se proyecten uno sobre otro, es que ambos son huérfanos recientes.
La gran diferencia con su paupérrima antecesora saga, la impresentable antes nombrada de “Crepúsculo”, es que si bien es un relato romántico, y hasta previsible, no es edulcorado, y a pesar que el tema principal es ese amor imposible, no desdeña entrar a jugar los conflictos internos de los personajes enfrentados a los cambios de ídolos, a la separación de ese mundo adulto protector, y al mismo tiempo enfrentados a un primer amor, ese que parece ser para toda la vida y que nunca se olvida.
Circundando y apoyando a la pareja protagónica aparecen los otros personajes muy bien construidos y desarrollados, con pocos elementos, dado que están interpretados por grandes actores y parece que el director supo usar los recursos histriónicos de los mismos en pos de una economía discursiva, con unos pocos gestos esta todo aclarado.
En primer lugar aparece el tío de Lena, Macon Ravenwood (Jeremy Irons), toda una versión humana de Shrek vestido con ropa vampiresas, quien no puede aceptar esa relación, cuyo detalle más significativo es que todo lo que sabe, lo sabe por Google, el buscador más usado de internet.
Esa contraposición entre los jóvenes y los adultos de hoy, esos cambios de costumbre de apoyarse en la palabra, a dejarse llevar por las imágenes, léase, internet, TV, cine, etc.
Por su parte, luego de la muerte de su madre, Ethan va a vivir a casa de su tía, la Sra. Lincoln (Emma Thompson), significativo apellido para un personaje discriminador, secundados por otros grandes actores como Viola Davies, la bibliotecaria, el ascendente Thomas Mann como el amigo de Ethan, o Emmy Rosum en el papel de la prima bruja de Lena.
La otra gran diferencia es que este es un texto más inteligente, más adulto, con guiños y toques de humor que lo instalan por momentos como burlándose del mismo género al que adscribe.
En cuanto a los rubros técnicos se destaca la dirección de fotografía a cargo de Philipe Rouselot, el mismo de “Charlie y la Fabrica de Chocolate” (2005), con una estética que hace resaltar los elementos más comunes del cine “gore”, el diseño de vestuario y la banda de sonido que dan otro tipo de sostén a la producción general.
Tal fue la sorpresa que me lleve que al finalizar me sorprendí a mi mismo deseando ver la segunda parte.