Una nueva saga comienza
En un principio fueron Romeo y Julieta, los adolescentes enamorados de Verona, cuyo amor no podía concretarse por las enemistades entre sus familias. Llegado el tercer milenio, el concepto de amor imposible se actualizó, y ya no se trata de simples mortales con conflictos parentales. Ahora la idea es concebir romances de seres sobrenaturales con vulgares humanos. La fórmula funciona, como lo probó la saga de "Crepúsculo", y ahora la repite, en otra versión, "Hermosas Criaturas".
Por empezar, aquí el mortal es el muchacho, Ethan (Alden Eirenreich), quien se enamora de una compañera de escuela recién llegada al pueblo, Lena (Alice Englert), que es una bruja, aunque se denomina a sí misma (y a los suyos) “caster”, algo que no se explica demasiado, pero que vendría a ser la corrección política del mundo de la magia y los superpoderes. La trama de esta primera película (está basada en el primero de cuatro libros, así que probablemente resultarán cinco películas si la taquilla acompaña), gira en torno al decimosexto cumpleaños de Lena, cuando será reclamada por la luz, o la oscuridad, y los intereses familiares que hay alrededor de esa situación.
Un condimento especial es el pueblo en el que viven, una pequeña comunidad del sur de Estados Unidos, pacata y muy religiosa. Allí celebran anualmente el aniversario de una batalla de la guerra de Secesión, y todos los habitantes sospechan, en realidad están seguros, de que la familia de Lena no es ordinaria. Eso le da un poco más de brillo a ciertos papeles secundarios, y toques de humor al global de la película.
Es filme está bien realizado, y el valor principal son las actuaciones de Emma Thompson, la vecina que lidera la pacatería del pueblo, aunque en realidad esconde algo más, y de Jeremy Irons, el tío protector de Lena. Ellos aportan la cuota de calidad, en una decisión muy acertada por parte de sus productores, que así la diferencian de otras películas, que parecen realizadas sólo como objetos de marketing.
Al margen de lo fantástico del género, Irons y Thompson creen en lo que están haciendo, actúan mostrando que saben hacerlo, y logran así que el espectador también participe desde un lugar más crédulo, que se deje llevar un poco.
La historia funciona, las actuaciones son creíbles, no hay tanto rodeo sobre los mismos tópicos como en "Crepúsculo". Aceptable para el público general, y los adolescentes, de parabienes con una nueva saga por seguir.