La divina comedia
Es una película efectiva, sostenida en el humor físico y en la exageración.
El mismo lamentable prejuicio de siempre: si hace reír y es un producto fabricado con ese único propósito, su destino tiene que ser la reproducción en colectivos de larga distancia. Ya se sabe, la comedia siempre fue un género marginal, más aún si su ligereza y efectividad están sostenidas en el humor físico y en la inverosimilitud más exagerada. Por eso, para poder disfrutar y valorar correctamente este género, es necesario dejar a un lado todo preconcepto.
Nacida de la pequeña factoría creada por Adam Sandler y amigos, Héroe de centro comercial 2 es un alivio en una cartelera atiborrada de superhéroes que no se relajan nunca y donde la seriedad es la constante.
Dirigida por Andy Fickman, y secuela de una primera parte que salió directamente en DVD, podrá ser superficial, torpe, absurda, delirante, ridícula, exagerada, pero también tiene méritos como para hacer dulce. Y, justamente, algo dulce es lo que siempre necesita Paul Blart (Kevin James), el gordinflón hipoglucémico que se desvanece cuando a su sangre le falta azúcar, el solterón perdedor con actitud de ganador que tiene una hija divina como él y a la que necesita tener siempre a su lado.
La acción de esta segunda entrega del guardia de seguridad transcurre en un inmenso hotel, con casino y cuadros de pintores famosos. El argumento es simple: después de seis años desde la primera, y con un divorcio y el accidente fatal de su madre de por medio, Paul recibe una invitación para una convención de oficiales de seguridad en Las Vegas, y decide viajar con su inseparable hija, Sapito/Maya (Raini Rodríguez). Pero en el lujoso hotel donde se alojan también se encuentra una comitiva de ladrones de guante blanco.
La misión de Paul será detener a la banda liderada por Vincent (Neal McDonough), un temible mafioso con ojos de distinto color que por accidente secuestra a su hija, con la clásica rencilla romántica con la chica de turno (Divina Martínez, personaje de Daniella Alonso, de lo más acertado de la cinta) y los gags físicos y la ridiculez llevados al extremo.
Hay una escena que justifica toda la película: Paul sale a tomar aire a una especie de patio del hotel donde hay un piano blanco ejecutado por un hombre que saluda y asiente con la cabeza, sin articular palabras. De repente, surge de la nada un extraño pajarraco del tamaño de un suri, y la pelea que se desencadena a continuación entre el bicho y Paul, con el piano sonando de fondo, es del orden de lo antológico.
Héroe de centro comercial 2 es de esas películas que si se la engancha en el bondi, no se pueden dejar de ver, por más sueño que se tenga. Pero antes, y por los mismos motivos, también vale la pena verla en el cine.