Un viaje placentero
Sin novedad en el frente. Héroes del espacio atraviesa velozmente esa innecesaria obligación del cine actual de contar algo nuevo: lo suyo es viejísimo -la relación entre hermanos que se corrompe por la lucha de egos y la consiguiente recuperación del lazo a partir una serie de pruebas de valor- y hasta tiene formas ya vistas, porque en el diseño visual se adivina la presencia de otras películas animadas: Planeta 51, Monstruos Vs. Aliens, Megamente. Sin embargo, el film de Cal Brunkel se posiciona en otro lugar, construye un relato con un universo autosuficiente y coherente, con protagonistas carismáticos y secundarios muy graciosos, y con pequeñas pinceladas de un humor bien trabajado hace aquello que para algunas películas del hoy parece casi imposible: entretiene. Y sus 89 minutos se pasan volando.
Tampoco caigamos en entusiasmos desmedidos: Héroes del espacio es una película limitada, especialmente por lo chiquita que resulta cuanto aventura y por el corto alcance de su anécdota, una moraleja casi básica: los hermanos, por más distancia que haya, terminarán unidos. También los padres con sus hijos. La familia, la sangre, en el fondo tira. Esa moraleja es gritada muy en la cara, se convierte en moralina, y empantana la fluidez del final. Sin ese bodoque tranquilizador, Héroes del espacio sería una aventura narrada a velocidad de la luz pero sin por eso atropellarse o confundirse en sus objetivos. Lo que hace bien Brunkel es apostar a un relato sin pretensiones de autor (Pixar) o a bombardear los sentidos con ritmo innecesariamente vertiginoso (el peor Dreamworks). Digamos, la película tiene conciencia de clase: es un producto de segunda escala, que aprovecha el resquicio que se da entre tanques animados de los grandes estudios. Ahí está su negocio.
Una cosa que sobresale en el film es su humor: no es explícitamente adulto, pero sin dudas que hay muchas pistas para los más grandes. Empezando por la utilización de nombres reconocidos del cine de Hollywood como Peter Jackson o James Cameron para llamar muy graciosamente a los agentes del mal que persiguen a los alienígenas protagonistas, y también para aportar algunas ideas sobre la humanidad. Hay una sátira muy veloz a los hábitos y costumbres, muy parecido a lo que ocurría en la subvalorada Vecinos invasores. Lo atractivo, decíamos, es que Héroes del espacio no se vende como un producto para los adultos o no comete la sonsera de que eso que se considera adulto, sea lo escatológico o burdo. No, aquí la aventura central está adosada por una serie de apuntes que le suman niveles sin entorpecer el relato.
En ese sentido, llaman poderosamente la atención algunos chistes. Por ejemplo, los alienígenas aseguran que algunas cosas que existen en la Tierra fueron hechas por ellos mismos y no por los humanos, como se cree. Una de esas cosas sería Pixar. Y se ve una foto del marciano de turno con John Lasseter. Uno puede señalar esto como un acto de cariño hacia uno de los padres del cine animado del presente (¡Pixar no es obra de este planeta!), pero si tenemos en cuenta que Héroes del espacio es una película del estudio Rainmaker, propiedad de los temibles y reyes del lobby hermanos Weinstein, el chiste cambia su tono. En esos momentos en que Héroes del espacio bombardea un poco a Hollywood desde adentro es cuando la película se pone más divertida y desprejuiciada. En conclusión: una película que, aún con sus limitaciones, deja un huequito de la puerta abierta para que otro estudio imponga su sello en el cine de animación actual. Habrá que ver si esos disparos esporádicos de un humor sardónico logran traducirse a un discurso formal más arriesgado.