La exageradamente reconocida directora Claire Denis (“Bella tarea”, 1999) hace una apuesta fuerte y deja de lado el terreno bien conocido por ella.
Tanto que se traslada al espacio exterior para contarnos una historia que nunca se termina por definir cuál sería el tema que quiere abordar. Eso si, el género queda explicito, ciencia ficción, con elementos que quieren acercarlo al drama pero queda a mitad de camino.
Toda una mezcla pretenciosa de otras películas, algunas excelentes como “2001, Odisea del espacio” (1968) del genial Stanley Kubrick), pasando por la sobrevalorada “Gravity” (2013) de Alfonso Cuaron, hasta llegar a poder intuirse algún tipo de homenaje, malogrado claro, a “Solaris” (1971) de Andrei Tarkovsky, para terminar dándole forma, desde la idea y construcción con esa maravilla de “Los doce del patíbulo” (1967) de Robert Aldrich.
El resultado es un pastiche insoportable, pretencioso por donde se la mire, sólo rescatado, en algunos momentos, por la presencia siempre bienvenida de la actriz francesa Juliette Binoche.
De estructura clásica, salvo la primera secuencia, todo es un gran flash back, y es en esa apertura que la película muestra sus primeros fallos.
Nos encontramos con Monte (Robert Pattinson) afuera de una nave espacial, tratando de reparar algo, comunicado con una beba de alrededor de los 2 años, sólo para que lo escuche cuando en un momento se le resbala una herramienta y la misma cae al vacío y desparece……
Si esto no alcanzaba, sobre el final del filme esta situación se da de bruces con una escena que la resignifica para contradecirla. Demasiado.
Después de esta introducción, en la que sabemos que sólo son ellos dos los tripulantes de la nave, el filme vuelve a casi el principio de la historia donde nos encontramos con un número de personajes que han sido escogidos para un experimento, el pago por participar es lograr la libertad cuando regresen a la tierra.
Todos los tripulantes seleccionados fueron condenados por distinto tipo de delitos, de lo que sólo sabremos el de los dos protagonistas, el mencionado Monte y el de Dibs (Juliette Binoche), algo así como una médica caída en desgracia, que mucho no se explica.
El filme se pierde en establecer algo del discurso de muy deficiente forma, pues en realidad la directora considera más importante el proceso degenerativo de los cuerpos de los humanos, de los fluidos corporales de los mismos, que el desarrollo de alguna estructura narrativa coherente, de una historia que ya fue contada en otras oportunidades dentro de la historia del cine, para sustentarlo debe recurrir a saltos en su desarrollo que se sienten caprichosos.
Esto deriva, más allá de la posibilidad de interpretaciones que el espectador pueda realizar, a partir de lo que no está o sólo aparece mínimamente sugerido, en una realización que cansa, aburre.
Sólo la presencia en pantalla de la reconocida actriz eleva un poco por encima de la media a esta producción.
Del intérprete principal, quien es realmente el narrador presente a veces en off, fuera de cuadro, no se puede decir que no sea buena su actuación, tampoco mala, pues lo impenetrable afectivamente del personaje hace que su falta de sensaciones vaya de la mano de la falta de recursos expresivos ya demostrado por el actor en otras tantas películas, en esto hay que darle la derecha a la directora, supo elegir al actor adecuado.