High Life: En el espacio como en la Tierra.
En lo nuevo de la directora francesa Claire Denis la humanidad decidió investigar el espacio con misiones tripuladas por presos, por lo que no hace falta que Robert Pattinson se encuentre con algún alien para estar en peligro.
No sabemos si será saludable que el cine moderno dependa de directores que estén rondando las siete décadas para traer algo de frescura, pero si tenemos bien en claro que siempre que ellos decidan tomar esa batuta van a ser más que bienvenidos. En esta oportunidad tomó la palabra la directora francesa Claire Denis, cuyo trabajo moldeo en buena parte el carácter del cine europeo contemporáneo de las últimas décadas. No es extraño tampoco que evidencie una fogacidad adolescente a pesar de la edad, siendo que realizó su ópera prima pasados sus cuarenta. Esa chispa sigue más viva que nunca en sus proyectos y definitivamente es lo que atrae nombres con sensibilidades similares como los de la siempre excelente Juliette Binoche o el ex-vampiro adolescente y actual padrino de cine festivalero que es Robert Pattinson.
Aunque los nombres dicen mucho de la cinta, también da lugar a uno de esos conceptos que resultan inmediatamente interesantes. Un futuro relativamente cercano en el que la humanidad decidió mandar al espacio a presos seleccionados para llevar a cabo distintas misiones de investigación. En la práctica ellos terminan evitando la pena capital a cambio de donar su vida a la ciencia, sabiendo muy bien que probablemente nunca vuelvan a pisar nuestro planeta. Esta historia en particular tiene lugar completamente dentro de una de estas naves, enviada con varios jóvenes reos y una profesional médica bastante cuestionable a acercarse demasiado a un agujero negro. Seria a la vez muy amplio y vago decir que el film es un microcosmos de la humanidad representada por criminales volviéndose locos mientras flotan en el espacio, pero también bastante acertado.
Como siempre en la buena ciencia ficción, todo el artificio resulta más que nada como excusa para explorar cuestiones de forma mucho más cercanas a las dolencias terrenales de su época desde la seguridad que brindan realidades tan lejanas a las propias. Sin cavar demasiado ya puede verse una exploración no sólo del sistema de cárceles, sino también de la potencial rehabilitación de criminales al igual que la siempre polémica pena capital. Usualmente la pena de muerte es lo único que puede generar conversación de vez en cuando, y la verdad no hace falta mandar presos al espacio exterior para que todos nos preguntemos si realmente el que está en marcha es el mejor sistema posible para tratar criminales de todo tipo.
Pero vale la pena decir de todas maneras que si uno busca en esta película no pensar para nada en nuestro planeta más que real, va a hacérsele fácil. En parte por el siempre hipnótico protagónico a manos de Pattinson, como una suerte de monje granjero espacial que la película nos presenta primero cuidando de un bebé y luego rechazando los insistentes pedidos del personaje de Binoche, una suerte de chamán conjurando el poder de una rama particularmente psicosexual de las ciencias. Saltos en el tiempo, intriga y hormonas disparatadas son la norma en High Life. Para destacar especialmente en la realización que todo el proyecto tenga un aire teatral, desde la humilde pero efectiva labor de producción hasta los espacios simples y reducidos que envuelven a un elenco corto en números pero con bastante para hincar los dientes.
Es una película que afortunadamente parece obtener un poco de la atención que merece gracias a los nombres que atrae la visión de su autora, y que verdaderamente se siente como el resultado de la pasión cinematográfica que sólo un alma adolescente podría generar. Recomendable para cualquiera, es una experiencia controlada para liberar un poco la imaginación (o sea un éxito de la ciencia ficción) que además logra condimentar de forma refrescante el género con un espacio exterior de menos espectáculo y más «Fuckboxes«.