High Life: desechos
En un punto indefinido del tiempo y el espacio, una caja flota camino a un agujero negro. Monte (Robert Pattinson) es su único pasajero. O casi, porque lo acompaña una bebé a la que cuida con más apatía que cariño.
No fue así como empezó este viaje de destino y finalidad inciertos, sino con una tripulación entera de rechazados por la sociedad, condenados por los peores crímenes, a quienes se les dio una alternativa de supuesta redención al participar en una misión de la que no se espera que vean el final ni siquiera si tienen éxito.
Encerrados en un nada elegante contenedor disparado al vacío, sin disciplina ni liderazgo claro más que el que parece ejercer la médica del grupo (Juliette Binoche), todo se presenta más como un experimento social al estilo de Das Experiment, y no tanto como una misión científica buscando -al mismo tiempo- estudiar un agujero negro y las posibilidades de llevar a buen término un embarazo, dejando como fruto un bebé saludable que sobreviva a las extremas condiciones de vivir en el espacio.
Abandonados a su suerte, desconectados de la Tierra, y sin muchos motivos para siquiera esforzarse en la supervivencia, la rutina de este grupo de cobayos solo tiene las drogas y el uso de una máquina sexual para hacer más llevadera su existencia. Distracciones que postergan el inevitable espiral hacia la violencia y la desesperación al que parecen destinados, sabiendo desde un principio que solo queda un superviviente.
No hay mayores complementos a la narración de High Life, dedicada más que nada a la construcción de climas para explorar las distintas variantes de miedo, culpa y locura que acarrea consigo cada personaje, a quienes presenta pero de los que no sabremos prácticamente nada, ni de su pasado ni de su presente, en este limbo de lata.
Todo lo que vemos en High Life se ve barato, como solía ser el cine de ciencia ficción en los 60s o 70s, y que a la distancia nos causa un poco de gracia.
Puede tomarse como una excusa para ahorrarse efectos especiales, pero también es parte de una propuesta que remarca todo el tiempo que a nadie le interesa mucho esta tripulación, no se merecen ni siquiera las mínimas comodidades para sobrellevar un viaje que no deja de ser parte de su condena por los crímenes cometidos. Hasta que alguien encontró una forma de sacarles mejor utilidad que mantenerlos en una jaula por el resto de sus vidas, condenándolos a muerte pero con fecha diferida y disimuladamente.
El problema es que nosotros como público no tenemos incentivos para no pensar lo mismo. Salvo por Monte, y unos pasos más atrás la doctora que los somete a experimentos reproductivos de muy dudosa ética, son todos tan cuadrados como la nave que habitan. Apenas están para comportarse erráticamente yprotagonizar abusos varios sin especial relevancia, sin provocar incomodidad con la dudosa pretensión de dotar al asesinato y la violación de algún valor reflexivo.