LA DENSA EXCLUSIVIDAD
High life usa como excusa el género de la ciencia ficción futurista para, en verdad, mostrarnos algo inclasificable -y que dejará a más de uno indiferente-, muy típico en la filmografía de la francesa Claire Denis, ganadora del premio FIPRESCI en el pasado festival de San Sebastián por este film.
Si bien la película cuenta con un escenario de nave espacial con algún que otro agujero negro a sortear por parte de la tripulación, es sólo una alegoría o una visión pesimista/apocalíptica de la humanidad contada desde el punto de vista de un convicto interpretado por el inexpresivo Robert Pattison, que se debate en su solitaria paternidad y los quehaceres técnicos de aquel sitio inmerso en la absoluta soledad y escasez de recursos. También a modo de flashback se explica cómo un grupo de presos condenados -incluido el mencionado anteriormente- a perpetua o a pena de muerte son reclutados por el Gobierno para convivir en esa nave junto a una fría y calculadora doctora, papel actuado a reglamento por Juliette Binoche, quien tiene un objetivo oscuro a cumplir. De más está mencionar la innecesaria e incómoda escena de masturbación con un importante objeto fálico, pero no por una acusación puritana sino apuntando a la capacidad de provocación y “poesía” que busca Denis en sus films. Es decir, provocar a través de la imagen sólo como una continuidad visual sin contenido narrativo y lógico de peso alguno.
Muchos dirán que Denis es audaz e incomprendida, ya en A trouble every day manifestaba algo más que la relación de una mujer caníbal con su entorno. Está claro que sus films buscan la reacción directa y van al choque con el público, pero también busca ofrecer un manifiesto de belleza y expresión artística. Y tienen razón, no son productos para cualquier espectador que se encuentra a veces confundido y defraudado por haber comprado otro estilo de producto, sin por ello limitarse sólo al consumismo de un cine comercial y superficial. Sólo que High life se trata de una experimentación incongruente en su lenguaje (no en su forma), a la vez que puede resultar tediosa y poco fluida. Parece una creación sólo limitada a fanáticos y algún que otro que guste de su filosofía utópica/extremista.
Lo claro es que Denis puede utilizar esos mismos espacios de encierro con otros contextos y hacer que este producto continúe por la misma línea densa, soporífera, sin cambiar un mínimo ápice. Por eso dista años luz de esa sutileza alcanzada entre género y creación en películas como 2001 de Kubrick o Stalker: la zona del maestro Tarkovski, donde también hay hombres en soledad que se enfrentan a las nuevas reglas de juego dentro de un contexto futuro, con una experimentación oportuna a la trama y al producto en sí.