Hijo de Dios es la adaptación cinematográfica de la miniserie “La Biblia”, de History Channel, y cuenta la historia de Cristo.
Hay algo innegable en Hijo de Dios (Son of God, 2014), y es que su director, Christopher Spencer, tiene un dominio de la edición tan adecuado como sorprendente: logra hacer de una miniserie de televisión una película de menos de dos horas y media que sale airosa en un contexto donde el mainstream de la industria da cada vez más tropiezos.
Esta adaptación al cine de la exitosa serie La Biblia, que History Channel transmitió el año pasado, se suma a una larga tradición del género bíblico y lo hace destacándose en la seguridad de su director para contar, mediante un montaje económico y ágil, la historia del Mesías, el Rey de los judíos, el hombre que fundó una religión y cambió la Historia de occidente para siempre. Spencer narra sin dar vueltas y con dinámica el nacimiento, los años de predicación y enseñanza, la crucifixión y la resurrección.
Algunos de los aciertos del filme son la emoción lacrimógena que provocan las escenas acompañadas por los arreglos emotivos de Hans Zimmer, las elipsis, el flashback para mostrarnos el evangelio según Juan y los primeros planos a Jesús, interpretado por el actor portugués Diogo Morgado.
Ya se sabe: se lo acusa de blasfemia, de amenazar con destruir el templo de Dios y de incitar a una rebelión que podría acabar con Jerusalén. Se lo condena a muerte. Cada frase que Jesús pronuncia cae con la fuerza de un martillazo: "Denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", "Quien crea en mí no morirá jamás", "Soy el principio y el final". Todo es posible con Dios, dice Jesús. Todo es posible en el cine.
Si bien la película está hecha con una dosis justa de efectos especiales, lo negativo es que los personajes no se relajan en ningún momento y hablan todo el tiempo en un tono excesivamente dramático, con mucho llanto de por medio.
También juegan en contra el efecto del agujero en la mano de Jesús (que puede considerarse una torpeza), su look ultra hippie (el detalle del morral está de más), el descuido alevoso de los dientes que brillan por su blancura y la mala elección de la actriz que interpreta a la madre María (hubiese sido preferible un rostro con menos cirugías).
Sin embrago, Hijo de Dios posee una extraña capacidad para reavivar en los espectadores, aunque sea por un rato, la llama del catolicismo, sobre todo en los que dudan hasta el último como Tomás y en los que tienen poca fe como Pedro.