¿De qué hablamos cuando hablamos de Jesús?
Llama la atención el estreno comercial de Hijo de Dios, tanto por su origen televisivo (recordemos que este largometraje es un recorte de la serie La Biblia que se emitió originalmente en History Channel), como también por su increíblemente anacrónica propuesta que ya se explicitaba en el tráiler, una mirada absolutamente convencional y gastada de la vida de Jesús. En Mar del Plata -por ejemplo- se estrena en más salas que Divergente que es la última súper-exitosa saga juvenil. Así las cosas, cualquiera que haya tenido que ir a catequesis de pequeño se encontrará con una descarada reafirmación de lo que le dijeron que significó Jesús.
Hijo de Dios
La película de Christopher Spencer es hija fiel del estilo de History Channel para sus recreaciones ficcionales. Tanto ciertos planos televisivos característicos como el tono melodramático y solemne están allí dándose una panzada de casi dos horas y media. Vale remarcar el espantoso montaje. Dado que esta película es un recorte de la serie La Biblia que dura unas cuantas horas más, uno piensa que había material suficiente como para armar al menos un par de horas técnicamente decentes. Sin embargo, veremos que allí están los cortes abruptos y sin sentido, y constantes panorámicas de una Jerusalén digital que intenta regresarnos a la acción después de unos comerciales que en la sala de cine no existirán (al menos durante la película). Y más allá de esta molestia constante, Spencer y su montajista Robert Hall, fallan en encontrar una buena cantidad de escenas previas a la última semana de Jesús en Jerusalén que ayuden a comprender y a construir al personaje. Sí, hay algunas secuencias famosas por ahí, pero contadas con displicencia, como un trámite. La escena de los cuarenta días de Jesús en el desierto tentado por un Satanás demasiado parecido al doctor Doom de los cuatro fantásticos da un poco de vergüenza.
Judas
Ninguna época está preparada a recibir a alguien que se autoproclame el hijo de Dios. En su momento Jesús terminó muerto clavado en una cruz. Hoy terminaría en un psiquiátrico, tan sólo por su extraña negativa a realizar milagros espectaculares que dejaran a todos sin la más mínima duda; Jesús no conoció a Roland Emmerich. Pero el principal problema de Cristo siempre ha sido su padre. Dios lo manda a la tierra a salvar a la humanidad corrompida (la misma humanidad que ya había destruido por corrupta en tiempos del diluvio universal). Jesús viene a este mundo con una fijación por las parábolas y las metáforas que nadie termina de entender, por lo cual cuando la cosa se pone difícil el pueblo lo traiciona, Pedro lo niega y lo más extraño de todo, las acciones de Judas. Abelardo Castillo tiene la teoría de que Judas era el discípulo que más amaba a Cristo y, también el más fiel, que hace lo que hace porque Jesús se lo pide para que los acontecimientos se precipiten según está escrito. Judas cumple y luego se suicida y su nombre es injuriado por los siglos de los siglos, el peor destino para el que más amaba a Jesús. A la manera de Abelardo, es la más triste y hermosa historia de todo ese mamotreto que es el final de la vida de Cristo.
Jesús muere
La crucifixión ha sido el símbolo perfecto para la propagación de la fe cristiana a pesar de su falsedad moral. Jesús muere en la cruz para conseguir clientes para su padre pero no por la redención de nuestros pecados. Está claro que si Dios existe, es un cínico patológico y también está clarísimo que, antes y después de su hijo, el mundo no ha hecho más que seguir igual de malo. Siempre mueren inocentes.