Siguiendo la Biblia al pie de la letra
El portugués Diogo Morgado compone a Jesucristo.
Si usted pagó su entrada para ver Hijo de Dios, cuando comience la proyección no se levante de su butaca. No se ha equivocado de sala en el multicine. A esos dinosaurios peleando le seguirá el Arca de Noé embistiendo las aguas, y hasta estarán Adán y Eva. Uno de los apóstoles, Juan, llevará adelante el relato para contarnos cómo Dios siempre estuvo, está y estará en la Tierra.
Es una suerte de preámbulo de lo que es Hijo de Dios, una película que sigue casi al pie de la letra lo que dice la Biblia. Centrándose en Jesús, y no solamente en su Pasión.
Así, el filme está a kilómetros de la crueldad que puso en pantalla Mel Gibson hace diez años en La Pasión de Cristo -que, un dato no menor, con sus 2.800.000 espectadores es una de las películas más vistas en la historia del cine en la Argentina-. En parte, quizá, porque es la parte de la miniserie La Biblia que Christopher Spencer estreno en History Channel el año pasado.
No hay, por supuesto, nada nuevo, ni una investigación realizada para aportar otros puntos de vista o lo que fuera. Sí hay efectos que permiten, en el cine del siglo XXI, atraer seguramente a los más jóvenes una vez que se sumerjan a la historia bíblica.
A Jesús se lo sigue desde sus humildes comienzos, pasando por cómo la gente comenzó a seguirlo, su encuentro con Pedro en el Mar de Galilea, su ingreso a Jerusalén. Obviamente la fecha elegida para el estreno local es adecuada.
Lo más destacable en la película es la puntillosidad con la que se narran los hechos, sin recargar las tintas en algún milagro o personaje (Barrabás, Poncio Pilato, Caifás). Los religiosos israelíes son pintados como temerosos e incrédulos, y tal vez a la actriz que compone a María (la irlandesa Roma Downey, también productora) le sobran cirugías estéticas que seguro no se hacían en los tiempos de Nuestro Señor.
Las dos horas y cuarto que dura Hijo de Dios, y pese a que la historia es conocida por todos, pasan como si nada, quizá debido a las proporciones épicas, y a los acordes que el gran Hans Zimmer compuso para acompañar la historia.