Opera prima de los jóvenes realizadores Nicolás Suárez y Juan Gebauer, la trama se inserta en un tono de comedia agridulce que toma como referencia a un taxista (Carlos Portaluppi), ex jugador de fútbol con siete partidos en primera división, recorriendo la ciudad con un carácter entre irascible y renuente al diálogo. Salvo, claro está, su pasión por el fútbol y específicamente su amor incondicional por San Lorenzo. En uno de sus viajes laborales, se cruza con una madre (Ana Katz) y su hijo preadolescente, quien practica el deporte en Vélez.
Más allá de la convocatoria a la afición “cuerva” y de los chistes, cánticos y referencias al club dirigido por los empresarios Lammens y Tinelli, la mirada de los directores se ubica en la periferia del fútbol para desentrañar a un personaje particular que observa en el preadolescente la posibilidad del triunfo para olvidar de una vez por todas su propia frustración. En medio de esa relación, el film prevé una historia íntima entre el taxista y la protagonista, pero Hijos nuestros, por suerte, no cae en recetas fáciles y fórmulas digeridas de antemano.
Por supuesto que la trama recorre el camino de la añoranza por la cancha perdida en épocas de la dictadura y desde hace décadas sustituida por un conocido hipermercado. También habrá lugar para la escena delirante, registrada en una ceremonia religiosa en donde Daniel Hendller oficia de cura. Y conversaciones sobre el pasado y el presente del ex club de Boedo (por ahora, quien sabe en el futuro).
Pero la celebración del realismo como apuesta estética termina ahí, ya que el fin concreta su principal motivación narrativa: desmenuzar a un personaje límite con sus virtudes y errores, sus bondades y arrestos altruistas, pero también, sus arranques de ira y su desordenada vida personal.
En ese punto la película entra en una zona de crisis al no elegir un camino más arriesgado y menos sometido a los parámetros recurrentes del naturalismo como sostén dramático. Para alejarse de esos tópicos, en buena porción de su desarrollo, la historia cuenta con dos estupendos intérpretes como Portaluppi y Katz en su segundo encuentro delante de la cámara luego de Una novia errante, dirigida por la realizadora y actriz.