Siempre es sorprendente aprender cómo la ciencia médica se ha desarrollado a lo largo de muchas décadas con nuevos descubrimientos, tratamientos y curas. En pleno siglo XIX, la histeria femenina era tratada con lo que se conoce como masaje pélvico. Claramente estamos hablando de la masturbación, siendo un médico el realizador de dicha tarea, no como un acto sexual sino como medio para aliviar a estas mujeres de los síntomas que padecían.
Escrita por Stephen y Jonah Lisa Dyer, Hysteria juega con la historia libremente inspirada en la creación del famoso consolador. De hecho, la mirada de la directora Tanya Wexler se enfoca en un aspecto más hilarante detrás del surgimiento del aparatejo, con los métodos manuales y los humildes orígenes de una idea impensable para la época. Tanto el doctor Mortimer Granville como el respetado Robert Dalrymple practican este nuevo método en su consulta privada, que acarrea más de un problema -y más de una situación cómica de por medio- y requiere una solución inmediata. En el medio se encuentran las hijas del veterano doctor, entre las cuales generarán un cuasi triángulo amoroso con el joven aprendiz.
Hysteria concentra muchos tópicos en su narrativa, desde temas candentes como la división de clases hasta el romance de Mortimer entre las dos hermanas, hijas de su colega: la una de una naturaleza pura e impecable, la otra de una candidez e inteligencia intachables, entregada hacia los más necesitados y sin miedo a defender sus convicciones. Sumado a eso, una proposición a Mortimer para poner sus habilidades en practica suena demasiado bien como para ser verdad, a la vez que se genera una lucha interna por sobresalir y hacer aquello en lo que uno cree.
Aunque puede resultar chocante al comienzo, dado que toca un tema picante y hasta tabú en algunos círculos sociales, la inteligencia de la directora a la hora de abordar la trama se agradece, así como también la elección de un elenco sobrio y comprometido. Hugh Dancy puede que no sea un gran nombre en Hollywood, pero se merece un par de aplausos por su encarnación amable del doctor Granville. Maggie Gyllenhaal no tiene un papel que haga destacar más su apabullante filmografía, pero su personaje se convierte en el catalizador de varios de los puntos claves de la película, mencionando ideas que en la época eran aborrecibles pero que hoy en día son más costumbre que otra cosa. Jonathan Price juega con aplomo al sobreprotector patriarca familiar, mientras que Rupert Everett encarna a un excéntrico magnate quien posibilita al joven protagonista la oportunidad de usar un artefacto de su creación para su propio provecho en un extravagante papel.
Hay mucho para disfrutar en Hysteria, incluso si uno ya sabe el origen y la evolución de dicho aparato del placer. Con un delicado y sutil sentido del humor como solo los británicos saben ofrecer, aderezado con bastante detalle de la época y relleno de cálidos momentos encantadores. Es atrapante y bastante liviana durante todo su recorrido, e incluso si no lo deja a uno extasiado, sus infecciosas ínfulas positivas ofrecen bastante placer (sic) durante hora y media.