Cosita loca llamada amor
Comedia jugada sobre la invención del vibrador, que habla de la emancipación femenina.
Hace muchos años, y mucho antes de la revolución sexual de los ’60, se entendía que el deseo sexual femenino reprimido era una enfermedad, las mujeres que lo padecían eran denominadas histéricas y los médicos ofrecían, si no una cura, una manera de aplacar la histeria: largas sesiones acariciando el clítoris a sus pacientes.
Esto no es invento del guión de Histeria, la historia del deseo . Es verdad.
Como también lo es el nacimiento de cierto aparato (eléctrico, en tiempos de la era victoriana inglesa) cuya función no era otra que la de ser un práctico plumero, que se convirtió en el sustituto de las manos de un par de atribulados médicos. El origen, entonces, del aparatito que hoy se denomina vibrador anda por el centro de la cuestión en la película de Tanya Wexler.
La directora le otorgó un tono de comedia ligera, pero jugada. En el fondo habla de la emancipación femenina encarnada en Charlotte (Maggie Gyllenhaal), una adelantada para su época, hija del doctor Robert Dalrymple (Jonathan Pryce), a quien asiste otro avanzado, Joseph Mortimer Granville (Hugh Dancy). Y también de cómo las ideas nuevas tienden a sobreponerse a los prejuicios, sean de la índole que fuesen.
La película tiene un comienzo que podríamos considerar grotesco -la presentación de Granville, un médico que termina excluido de los hospitales por querer aplicar sus nuevos conocimientos en la salud- y va ganando forma con la irrupción de Gyllenhaal, la hija mayor de Dalrymple que se fue de la casa de su padre (!) y trabaja como voluntaria social cuidando y alimentando a los pobres. Hay escarceos románticos entre Granville y Emily (Felicity Jones), la otra hija más mojigata del dueño de casa, pero uno intuye que el encuentro de dos modernos progresistas “revolucionarios”, más que un choque va a provocar otra cosa.
A diferencia de otros títulos en los que se cuentan historias del siglo XIX con personajes que parecen salidos del XXI, Histeria...mantiene la apariencia victoriana, se cuida en los diálogos y si bien no expone a Charlotte como una extraterrestre, el contraste logra la empatía del espectador con el personaje.
En el reparto eminentemente británico a excepción de la neoyorquina Gyllenhal -y además de un siempre creíble Jonathan Pryce, alejado del Perón de Evita -, están Rupert Everett como el amigo de Granville y verdadero inventor del vibrador, y Sheridan Smith, una joven que viene de la TV y que está dando muestras de su talento. Aquí es Molly, la mucama con quien prueban por primera vez el instrumento, y demuestra no ser ningún aparato.