Entré a sala con mucho entusiasmo. Una comedia al estilo inglés clásico en el género (si bien la directora es americana, Tania Wexler), qué podía ofrecerme? La pensaba irónica, sutil, cuidada y me regodeaba en el hecho de saber que la temática era a priori, cuanto menos, original. Luego de terminada la proyección me fui con sensaciones encontradas: hay buen material aquí, sin dudas, pero no fue explotado como es debido.
La trama se remonta a la cura con que se trataba a las “histéricas”, alla hacia fines del siglo XIX, era auténticamente “artesanal”. La hipótesis con la que trabajaba el doctor Dalrymple (Jonathan Pryce) era que la estimulación fría y calculada dentro de la zona genital femenina actuaba como control para cierto tipo de desbordes que sufrían las mujeres de la época. Claro, cuando llega al consultorio el novato Mortimer Granville (Hugh Darcy), quien viene de ser despedido de un hospital por tener “conciencia social” y desobedecer el tratamiento de otro colega de mayor rango, las cosas parecen cambiar para los pacientes. Rápidamente, el joven y atractivo doctor se perfecciona en el arte de mover sus manos con precisión y consigue empleo en lo de Dalrymple, quien tiene dos hijas.
La primera es muy joven, modosita, callada. La otra, es nada menos que Charlotte (Maggie Gyllenhaal), comprometida con los humildes y desprotegidos en esa cruel sociedad, enfrentada al mandato familiar de seguir perteneciendo a la clase alta y no ocuparse en este tipo de asuntos. Lo cierto es que ella se lleva mal con su padre y esa relación va más allá de la anécdota. Al poco tiempo, Mortimer comenzará a sentir sentimientos encontrados con ámbas, de manera de que tendrá que resolverlos porque su intensidad podría complicarle la relación con el padre.
Dónde está el giro de la trama original? Bueno, el carilindo Granville tiene un amigo excéntrico jugado por Rupert Everett, inventor aficionado, quien accidentalmente dará con un artefacto que podría ayudar mucho a la sexualidad femenina: el vibrador. Su entrada triunfal al mundo clínico, no se hará esperar y regalará los pocos momentos interesantes del film…
Decía al principio que “Hysteria” pierde una gran oportunidad, cuenta con actores de prestigio, una gran ambientación de época y un guiño cómplice con el espectador antes de entrar a sala, que invitaba a creer en una gran película. Wexler elige transitar por caminos conocidos, desaprovecha la ironía de la idea que sostiene el andamiaje y dirige mirando a la comedia romántica local (a pesar de que sea coproducción con otros países) de manera convencional. Es decir, lo que debería conmover, apenas te saca una sonrisa y lo que es grave, jamás llega a ser lo suficientemente intenso para llamar la atención.
En ese sentido, el profesionalismo del cast no alcanza para redonedear un film aceptable. Hay una elección determinada manifiesta en no dotar de delirio una situación que potencialmente daba para eso, y decidir siempre por el registro anodino y con pocos matices. Si, es cierto que Gyllenhaal y Everett hacen maravillas con las líneas que tienen pero… alcanzar, no alcanza.
Provoca “Hysteria”, situaciones encontradas. Por un lado, ofrece una mirada liviana sobre la Inglaterra de esos días, de varias maneras (no todo es un tema de pobreza y dinero) pero se toma así misma como demasiado pequeña y elige no comprometerse ni profundizar un relato que tenía todo para hacerse fuerte ahí.
En síntesis, una película despareja, muy cuidada desde lo técnico, pero fría para ser una comedia romántica pura, de esas que nos conmueven y cambian el día que vivimos.