El misterio del placer femenino
El doctor Granville (Hugh Dancy) es un médico de avanzada para su época. Cree en el valor de la higiene para prevenir enfermedades, ya que comparte la teoría de los virus, algo que sus colegas más experimentados consideran tan cierto como que existen los fantasmas. Es por eso que no logra mantener ningún empleo. A pesar de que su amigo millonario (Rupert Everett) le ofrece instalar un consultorio, él insiste en su búsqueda y así encuentra al Dr. Dalrymple (Jonathan Pryce), médico de señoras.
Esta comedia liviana está situada en plena época victoriana. Todos los males de las mujeres tienen una explicación: la histeria, que en los casos más graves encontraba su solución en la histerectomía, la extirpación del útero. Pero en casos más “normales”, Dalrymple aplica un método para aliviar sus síntomas, y que las mujeres, en general de clase alta, salgan felices de su consultorio.
La única atrevida es una de las hijas del Dr Dalrymple, interpretada por Maggie Gyllenhall, con esa energía que la caracteriza, una precursora en defensa de los derechos de las mujeres, y el trabajo con gente de escasos recursos, algo que su padre no comprende y diagnostica, sí, como “histeria”. Ella es la única capaz de cuestionar estas teorías, y su personalidad se destaca como un torbellino en contraste con la quietud de los demás.
Con un tono fresco y hasta algo ingenuo, este filme logra entretener trabajando el humor desde la complicidad con el espectador, ya que, considerando el momento histórico, de ciertas cosas no se hablaba, o hasta eran impensadas. El guión respeta esa limitación verbal: los orgasmos son “paroxismos”, y el propósito del tratamiento es puramente científico. Las actuaciones son también algo teatrales, exagerando las correcciones y formalidades de la época, pero en conjunto logran divertir.
Una comedia bien inglesa, sin grandes pretensiones, y tal vez bastante previsible. Agradable, pero no trascendente.