Después de dos cortometrajes cuyas búsquedas se conectan con las de esta película, Naishtat lleva sus preocupaciones temáticas e intenciones estéticas a un escenario más grande: los conflictos sociales y de clase en Argentina. Así como su corto que pasó por Cannes EL JUEGO proponía una mirada casi metafísica a un mundo violento dentro de un sistema tipo HUNGER GAMES, su largo procede más por la acumulación de momentos y por la transmisión al espectador de una sensación de incomprensible y casi metafísica violencia.
Es el espectador el que debe, durante buena parte del metraje del filme, ir armando las piezas de esta narración. Lo que Naishtat propone, a la manera de acumulación de momentos, es una serie de situaciones suburbanas en las que los personajes experimentan miedos difíciles de comprender pero que tienen que ver con esa sensación de malestar urbano que nos rodea. Un hombre empieza a actuar raro en un McDonald’s, una alarma suena sin explicación, pilas de basura aparecen tiradas dentro de un country, un hombre corre desnudo en una autopista tirándose arriba de los autos, personas que no vemos lanzan barro a los coches que pasan y la tele siempre transmite algún caso policial terrible. Todo sucede más como en una película de ciencia ficción que como en un policial.
historia miedoNaishtat hace algo que pocos intentan en la Argentina: cuenta visualmente. La película no apuesta ni al desarrollo psicológico ni a un entramado narrativo que levante tensión en el espectador. No. Naishtat cuenta como si fuera una película de terror, con la cámara, el sonido, el silencio y las miradas como las conductoras de los nervios de los espectadores. El director habló de la influencia de John Carpenter en su cine y eso es obvio: su película es más un filme político disfrazado de thriller que un drama sobre el miedo de las clases pudientes.
La película recuerda un poco también a cierto cine austríaco (Seidl, Haneke) en su estilo algo gélido y hasta agresivo con el espectador. La actuación de Jonathan De Rosa, lo más parecido a un protagonista que tiene esta película coral, va por el mismo lado. Es poco lo que dice y menos lo que sabemos de él, pero su mirada penetrante y hasta su estructura ósea parece ser suficiente para transmitir al espectador confusas sensaciones: no sabemos qué le pasa, no sabemos qué es capaz de hacer.
historia del miedoEs cierto que algunos espectadores podrían llegar a preferir mayor claridad dramática, pero no es el mejor camino para el filme. De hecho, sobre el final, cuando casi todos los personajes se juntan en un mismo lugar y aparece una mesa familiar (mesa similar a la que había en EL JUEGO), esas relaciones se clarifican pero también muchos miedos se ponen en palabras y el misterio se vuelve algo más convencional. Durante su primera hora, sin embargo, con cortes de luz y calores insoportables, con noticieros que transmiten cualquier cosa y con situaciones cotidianas que nos asombran y que no comprendemos nunca del todo bien, HISTORIA DEL MIEDO transforma nuestra realidad en una película de ciencia ficción. Acaso no sea nada descabellado…