Siete miradas de nuevas camadas de directores argentinos
El primero de los cortometrajes seleccionados por el INCAA es El dorado de Ford, dirigido por Juan Fernández Gebauer. Tras la muerte de su abuelo, el personaje encuentra un volante sobre un concurso, donde la meta era pescar un legendario pez dorado lanzado al río Paraná por el mismo Henry Ford, fundador de la marca de autos. Rápidamente, este nieto traba una extraña relación con un pesquero de experiencia y ambos se sumergen en el desafío. El guión redondea con un intento forzado de moraleja sobre ambiciones individuales, que poco aportan al corto y no suman a la historia.
Si en algo se destaca al cortometraje Vendido, dirigido por Lito Muravchik, es en el desencuentro entre el recorte y la edición de tomas con las expresiones y diálogos de los personajes, recurso que en lo integral no alcanza a convencer particularmente por los desniveles con la actuación, tanto del hijo como de la madre. El conflicto principal supone un enfrentamiento entre el protagonista con su padre –personaje que nunca aparece ni se lo escucha-, cuando el camión de la mudanza está próximo a partir con los muebles, pues los ancianos serán trasladados al geriátrico. El tono de cotidianeidad –elemento que persiste durante todos los metrajes- es lo más destacable en Vendido, no así el recurso de desfasaje entre la imagen y las acciones.
Un curioso híbrido irrumpe en el tercer acto. El trabajo industrial, de Gerardo Naumann, muestra a trabajadores en su momento cotidiano: llegan al laburo, se cambian y se ponen a trabajar, ni más ni menos. La referencia de híbrido aparece en dos niveles: Por un lado el documental y la ficción, ¿son trabajadores o son actores representando trabajadores?, y por otro lado el artificio y la representación cinematográfica, al escucharse los primeros diálogos entre los personajes, donde queda en instantánea evidencia que no son actores profesionales, sino que actúan los propios trabajadores y así conforman el guión del metraje.
Una extraña tensión se desenvuelve al presentarse Durazno, de Francisco Ríos Flores, contextualizado en la geografía no urbana del interior del país. Esta tensión se crea entre la protagonista embarazada, quien observa con detalle a un durazno de sus cultivos y a quien ataca una fuerte aberración por él. De toda la muestra, este trabajo de Francisco Ríos Flores se destaca del resto por lograr mantener la tensión del relato con mínimos recursos y apoyarse en la buena actuación de su protagonista femenina, y construír a partir del durazno un personaje antagónico desde el punto de vista de ella. Sin dudas se trata de uno de los cortometrajes más completo.
Homúnculo, dirigido por Ezequiel Sambucetti, es el metraje que resalta, tanto por su estética como por su protagonista –primera cara conocida del ciclo- Guillermo Pfening. En cuanto al contexto, el director muestra una ciudad, bien podría ser Buenos Aires con una gran capa de turbiedad en el aire. Si bien el film escapa de lo cotidiano en su primer vistazo de su tenebro-futurista guión, una especie de espíritu toma posesión de los cuerpos, los asalta (bien empleado el efecto CGI, cuando penetra en las víctimas) y que a su vez es perseguido por la policía, junto a un cuasi Gollum, única criatura que siente la presencia de este ente en las personas poseídas. Una interesante vuelta de tuerca en la historia modifica las actitudes del protagonista en relación a su entorno, pero ese desenlace no responde a la preconcepción sobre la monstruosidad o la exaltación del monstruo interno. Buena idea, buenos efectos y la ventaja de contar con un actor del nivel de Guillermo Pfening.
Diamante mandarín, el sexto cortometraje del ciclo, dirigido por Martín Hsu, viaja al pasado, en diciembre 2001 y se sitúa en una familia china dueña de un típico mini mercado en la capital Argentina. Allí viven momentos de gran tensión al tener que encerrarse, al igual que su pequeño diamante mandarín –raza de gorrión- enjaulado, al igual que ellos, debido a los saqueos que caracterizaron a aquellos días. Con la gran excusa de profundizar en los miembros de la familia durante el encierro, Diamante mandarín alcanza un grandes picos de tensión dramática pero su resolución no alcanza a las expectativas de la trama.
A Una de esas noches, protagonizada por Julián Doregger y Julián Kartún -elenco recurrente en la producción de Malena Pichot- y dirigida por Germán Servidio, le calza perfecto el cierre del ciclo, ya que es el más sólido desde su guión y sus actuaciones. La premisa es simple: dos amigos van a bailar a un boliche en Provincia de Buenos Aires, pero al emprender la vuelta los espera una catarata de episodios desafortunados, que sin salir de lo cotidiano, los terminan excediendo. Muy buenas actuaciones de Doregger y Kartún, quienes complementan las ocurrencias tanto del humor como de la tensión y demuestran química a la hora de interactuar.
En el balance general de estas Historias Breves 10, se puede concluir que muchas de las propuestas tienen como premisa alguna consigna de trabajo o ejercicio para aplicación de recursos y técnicas narrativas que en algunas ocasiones no terminan de acomodarse a las historias elegidas como es el caso de Vendido, en contraste con Durazno. No obstante, la muestra es un interesante reflejo del estado del cine argentino que goza, afortunadamente, de buena salud.