HISTORIAS BREVES Y DEL INTERIOR
Desde hace más de dos décadas, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) presenta la antología Historias breves, que surge de un concurso donde egresados de diferentes escuelas de cine tienen la oportunidad de filmar un cortometraje en condiciones técnicas inmejorables. La síntesis, por lo tanto, permite ver a los cineastas del mañana, herederos de una noble tradición que entre las “historias breves” ha presentado nombres tan ilustres como los de Pablo Trapero o Lucrecia Martel, por citar sólo un par. Entonces, en su 16ª edición, conviene estar atento a algunos nombres que pueden ser los próximos autores del cine argentino. Historias breves 16 presenta, de hecho, un par de miradas de lo más atractivas y que conviene seguir a futuro.
El corto más llamativo sin dudas es Una cabrita sin cuernos, de Sebastián Dietsch, por arriesgarse a contar un episodio de violencia policial e institucional ocurrido en los 70’s con mucho humor negro y absurdo. Dietsch ya había mostrado su retorcido sentido del humor en el corto Zombies, pero aquí le suma la osadía de hacer comedia con hechos ocurridos en la sádica Argentina de aquellos tiempos, donde un grupo de policías presiona a alumnos y docentes de una escuela primaria para conocer el origen de un libro soviético.
Una cabrita sin cuernos tal vez no sea el mejor del programa, pero sin dudas es el que se corre de la comodidad y la construcción de espacios y tonos cinematográficos reconocibles. En este sentido, Media hora, de Sebastián Rodríguez, y Nada de todo esto, de Hernán Alvarado, son casi perfectos: el primero una comedia romántica de gran timing protagonizada por Malena Sánchez y Martín Slipak; el segundo, también una comedia pero más solapada, donde una madre y una hija recorren casas, para ocuparlas sin permiso y corregir cuestiones estéticas. Se trata de estructuras bien pensadas, justas, con miradas atractivas sobre los femenino y lo masculino (Media hora) o el materialismo y su costado más ridículo (Nada de todo esto).
En la senda más autoral, La religiosa, de Sofía Torre y Andrea Armentano, propone un vínculo nocivo entre una madre y un hijo que vive una historia homosexual en el marco de un pueblo. Lo más atractivo surge en las primeras imágenes, en un carnaval que permite portar la máscara de aquello que se esconde. Y también en este mismo camino autoral, Niño rana, de Laura Zenobi y Lucas Altmann, trabaja el misterio de un chico que habita una casa y una joven que llega a descansar unos días. Hay algo abstracto en la puesta en escena y tal vez demasiados símbolos remarcados dando vueltas.
Cerramos esta reseña con Insilios – Exiliados en el interior, de Luis Camargo, el más insatisfactorio de estas Historias breves 16. Una road movie con pareja despareja (como Mejor solo que mal acompañado) en la que un tipo que va a trabajar al sur tiene de acompañante a un paisano algo básico pero buena gente, como tiene que ser. El corto no sólo tiene una mirada algo simplona sobre la familia, sino también frases que lo subrayan (la del cardumen es de lo más grosera) y personajes dueños de un costumbrismo añejo (especialmente el paisano). Eso sí, el último plano es bellísimo.
Si bien en el resumen no hay ningún corto que maraville, Historias breves 16 permite ver algo que el cine nacional viene presentando de manera subterránea: cada vez hay más historias del interior del país, historias de provincia, con otras formas y modos. Eso es algo absolutamente necesario, que estas historias breves vienen a poner en primer plano. Y se agradece.
NdR: Historias breves 16 estaba integrado también por el corto 11:40, de Claudia Ruiz, que no pudimos ver por cuestiones técnicas.