Lucrecia Martel, Israel Adrián Caetano, Daniel Burman, Santiago Loza, Ulises Rosell, Jorge Gaggero y Paula Hernández son sólo algunos de los muchos cineastas de primer nivel que surgieron de las distintas ediciones de esa experiencia siempre estimulante y enriquecedora que es Historias Breves, que además resultó fundamental en la explosión del denominado Nuevo Cine Argentino a mediados de los años ‘90.
No sé si alguno de los nueve realizadores de esta séptima camada se sumará a esa legión de consagrados, pero -con sus inevitables desniveles- Historias Breves 7 demuestra y ratifica la solidez técnica y profesional de todos, y la gran categoría artística de algunos de ellos.
En los 104 minutos de esta propuesta supervisada -como siempre- por Bebe Kamin hay lugar para directores de cierta experiencia en el cortometrajismo (como Martín Mainoli) o en otros rubros de la industria (como Federico Esquerro) y para otros que surgen aquí a la consideración pública.
Contra todos los prejuicios, no abundan esta vez propuestas minimalistas, climáticas, no narrativas sino, en muchos casos, contundentes incursiones en el cine de género que, de todas maneras, no le temen a la experimentalidad. Otro aspecto interesante es que hay una más que aceptable participación femenina (el cine sigue siendo una actividad demasiado machista) y de films provenientes de y rodados en varios puntos del interior con buenos resultados y sin caer en el pintoresquismo ni el paternalismo.
Hechas estas consideraciones generales, es tiempo de un breve comentario corto por corto:
-Cenizas, de Gwenn Joyaux. Esta película a cargo de artistas platenses está inspirada en una masacre ocurrida en una estancia de General Villegas en mayo de 1992, cuyo misterio permanece aún sin desvelarse. Un oficial de policía y un lugareño que aparentemente ha hecho la denuncia se encuentran en el lugar y descubren los cinco cadáveres descuartizados. El film no pretende resolver aquello que la Justicia no ha podido, pero sí hace gala de una potencia visual y narrativa para la construcción de atmósferas bastante interesante.
-El hombre rebelde, de Martín Mainoli. Un cocinero bastante violento (y rebelde, como indica el título), un pelo en un plato de sopa, una protesta de trabajadores ante el ingeniero que los supervisa… Con esos elementos, Mainoli concreta una tragicomedia (con más de comedia que de tragedia) con su sello: provocativa, imprevisible, sorprendente.
-Tres historias cuatro, de Anahí Farfan. Una mujer se entera de que su marido le es infiel. Mientras tanto, en otros tres departamentos del mismo edificio, otros personajes viven también situaciones bastante extremas. Los encadenamientos, el montaje paralelo, la puesta en escena es virtuosa, aunque por momentos el esquema luce demasiado armado, calculado.
-Crónica de la muerte de Paco Uribe, de Santiago Canel. Con aires de nouvelle vague y una hermosa fotografía en blanco y negro, este enigmático thriller psicológico sigue a un joven -a bordo de un auto descapotable- que se convertirá en un improvisado asesino a sueldo.
-Fábula, de Agustín Falco. Más en la línea del primer Nuevo Cine Argentino, este film narra el encuentro entre dos adolescentes de diferentes orígenes y condiciones sociales en una quinta a orillas de un río en una calurosa tarde veraniega, entre perros, caballos y una naturaleza exuberante. Belleza y erotismo trabajados con sensibilidad y delicadeza.
-Cuchi, de Emmanuel Moscoso. Un colectivo lleva a los integrantes (bastante pesados, por cierto) de una barra brava futbolera por una ruta provincial salteña. El micro atropella a un chancho, que resulta ser propiedad del intendente y comisario de la zona. La situación se tornará cada vez más tensa y delirante. Moscoso está cerca de caer en el clisé y el grotesco, pero -más allá de ciertas exageraciones- logra un relato intenso y con vuelo propio.
-La última parada, de Nadia Benedicto. José (Arturo Goetz) se ha jubilado hace 9 meses, pero no se lleva nada bien con la idea. Negador y omnipotente, continúa con su vieja rutina recorriendo las rutas como si nada. Pero un encuentro sexual y un par de noticias lo devolverán a la realidad y harán estallar su angustia. Todo un universo íntimo desarrollado con rigor y en menos de 11 minutos.
-Bajo el cielo azul, de Martín Salinas. También en cierta línea más reconocible del Nuevo Cine Argentino, el director describe las experiencias de unas chicas que, a la hora de la siesta, se pintan y conviven en una suerte de mundo propio, aunque el contexto (viven en un rancho muy humilde de un pueblo correntino), el afuera, termina quebrando esos bellos momentos de códigos compartidos.
-En carne viva, de Federico Esquerro. Reconocido sonidista y actor (en films de Pablo Trapero), Esquerro incursiona en la realización con notables resultados. Cine dentro del cine, ficción dentro de la ficción (la película que vemos y la película que se está filmando), se trata de un juego de capas (o de muñecas rusas) en el que un actor (Martín Tchira) se muestra demasiado nervioso, inseguro, tenso, obsesionado (torturado) a la hora de rodar una escena de un asesinato (a cuchillazos) en una carnicería. Mariano Llinás es el director del rodaje que quiere terminar cuanto antes, Daniel Valenzuela es la víctima y, en pequeños papeles, aparecen Santiago Mitre, Alejandro Fadel, Nicolás Grosso, Gustavo Biazzi, Jorge Sesán y Agustina Llambi Campbell, también productora del corto (real). El trabajo de cámara y la fotografía de Guillermo Nieto es extraordinario, al igual que la música Gabriel Chwojnik. Virtuoso, inteligente, arriesgado, poderoso, se trata del mejor corto del conjunto. Un talento más que se suma al clan Llinás-FUC-Trapero-La Unión de los Ríos…