El futuro ya llegó (otra vez)
Historias Breves, el ya mítico concurso de cortometrajes organizado por el INCAA, fue fundamental en el surgimiento del denominado Nuevo Cine Argentino (NCA). Directores como Israel Adrián Caetano, Daniel Burman, Lucrecia Martel, Rodrigo Moreno y Ulises Rosell, por nombrar sólo algunos, se consagraron gracias a esta iniciativa surgida en 1995 y que -con todos sus problemas de continuidad y sus dificultades de concreción- ya va por su octava entrega. Un hecho para celebrar.
No es fácil para los nueve realizadores aquí seleccionados la comparación con aquellos talentos que descollaron en los primeros años de esta iniciativa, pero el nivel general de esta edición resultó más que digno. En principio, llama la atención el excelente nivel técnico de todos los trabajos. Más allá de que estos premios permiten contar con recursos que muy pocos cortometrajistas podrían conseguir de forma independiente (en muchos casos hay incluso aportes de intérpretes y directores de fotografía de notables trayectorias), el acabado formal es impecable y, por lo tanto, la visión del conjunto resulta por demás placentera.
Otra característica distintiva es la predilección por el cine de género, por una narración más bien clásica y no tan ligada a la experimentación: hay varias propuestas de terror, un par de thrillers psicológicos y algo de drama y comedia negra. Hasta las miradas a cuestiones más extremas como el bullying en un colegio secundario de varones (Superficies, de Martín Aliaga) o las consecuencias de la última dictadura militar que aún hoy se siguen percibiendo (El olvido, de Fermín Rivera) fueron trabajadas apelando a la tensión y el suspenso, y no a la declamación o a la verborragia.
Historias Breves 8 arranca muy bien con De cómo Hipólito Vázquez encontró magia donde no buscaba, de Matías Rubio, reivindicación de lo más genuino del fútbol en medio de un negocio cada vez más deshumanizado (en esta propuesta que mixtura casi todos los géneros posibles hay una participación especial de Víctor Hugo Morales); y casi sobre el final aparece una gema como la sangrienta Liebre 105, de los hermanos Sebastián y Federico Rotstein, que juega con los códigos y convenciones del cine de horror y hace un uso excepcional de una locación como el estacionamiento vacío de un centro comercial de madrugada.
En el medio, también se destaca El conductor, film de Maximiliano Torres que describe los conflictos de un matrimonio (Sergio Boris y Celina Font) que viaja con sus hijos de vacaciones. El creciente malestar de la pareja y de los chicos en el espacio cerrado y en movimiento de un auto (el marido va manejando a toda velocidad) tiene sobre el final un inesperado elemento adicional que potencia y amplifica ese clima ya de por sí perturbador.
Por su parte, la vistosa Vida nueva, de Lucas Santa Ana, retrata con un dejo de melancolía el amor a diferentes edades (abuelos, padres, hijos) en el ámbito de un viejo edificio (con algo del de Séptimo) y en el contexto de una noche de Navidad, cuando todos los sentimientos se exacerban. El ramal, de Mena Duarte; y El Desafío, de Andrés Arduin, comparten una apuesta bastante más oscura e intrigante: son dignos exponentes del thriller (psicológico-erótico el primero; con elementos fantásticos el segundo) que demuestran que -más allá de los inevitables desniveles- hay una gran destreza y un indudable oficio en todos los jóvenes realizadores elegidos para esta nueva edición de Historias Breves.