Apenas correctas
Historias Breves, iniciativa del Incaa surgida en 1995 con la idea de promover la producción de cortometrajes de primera calidad, fue fundamental para el surgimiento de lo que luego se conocería como Nuevo Cine Argentino. De sus primeras ediciones salieron, entre otros (y nada menos), Israel Adrián Caetano, Daniel Burman, Lucrecia Martel y Rodrigo Moreno.
Con la explosión de la tecnología digital y el apoyo de las escuelas de cine, la realización de un corto es hoy algo bastante menos épico que 20 años atrás y, en ese sentido, la importancia relativa de Historias Breves es menor. Pero, más allá de su lugar histórico, lo que llama la atención es cómo el nivel artístico general de la propuesta fue decreciendo con los años hasta llegar a esta pálida novena edición.
Se supone que el cortometraje es un ámbito para arriesgar, para experimentar, para provocar, para mostrarse (ha sido y es la carta de presentación para muchos directores que luego saltan al largo con más seguridad y mayor apoyo de los productores) y lo que ofrece Historias Breves 9 es un conjunto de trabajos que, en el mejor de los casos, pueden ser definidos como correctos y cuidados. Si bien hay algunas excepciones, como una propuesta animada (la cordobesa El gran Vairitosky), una historia de época (En crítica, sobre el paso de Roberto Arlt por el diario Crítica en 1928) y un par de apuestas más cercanas a los géneros (como Estacionamiento, la mejor de todo el programa), lo que predominan son historias pueblerinas, minimalistas, solemnes, con muchos personajes infantiles o preadolescentes que, de alguna manera, adscriben a ciertas marcas de aquel Nuevo (y hoy ya un poco avejentado) Cine Argentino. En ese sentido, hay algunas rescatables (como Videojuegos, de Cecilia Kang), pero la sensación de déjà vu, de repetición de búsquedas y climas (¿fórmulas?) es inevitable.
Una buena muestra de lo que debería ser Historias Breves hoy es Estacionamiento, trabajo de Luis Bernárdez (experimentado asistente de dirección) rodado en blanco y negro y ambientado íntegramente dentro de un garaje de varios pisos. Mariela y Gabriel (Elisa Carricajo y Edgardo Castro) llegan en su auto con la idea de tener un encuentro sexual (pronto van a casarse), pero las cosas no serán tan sencillas. Con una idea ingeniosa (los protagonistas descubren que sólo pueden descender a un subsuelo inferior, nunca subir) y mínimos elementos dramáticos (muy bien aprovechados), el corto se va enrareciendo hasta conseguir un tono alucinatorio, paranoico, casi surrealista, que lo convierten en el gran (y único) hallazgo de esta edición.