La candidata de la gente
Drama racial en el sur estadounidense.
Una de las potenciales -y sorpresivas- contendientes al Oscar a la mejor película, Historias cruzadas es uno de esos filmes que buscan el impacto emotivo directo y que, en un estilo narrativo tradicional y sin vueltas -y pese a sus evidentes fallas y problemas- en varios momentos lo consigue. Es una película cuya intención es satisfacer al público y estrujar sus emociones, a veces con recursos nobles y otras no tanto, pero sin duda que es efectiva. Los 170 millones de dólares que lleva recaudados en los Estados Unidos lo prueban.
El filme transcurre en Mississippi, a principios de las ’60, en plena segregación y racismo indisimulados. La historia de derechos civiles que cuenta el director Tate Taylor hace eje en la vida de un grupo de mucamas que son bastante maltratadas por sus patronas blancas, aun cuando han vivido con esas familias todas sus vidas y criaron a sus hijos. Son esos mismos hijos, ahora adultos, los que parecen haberse olvidado de que fueron amamantados por estas mujeres y ahora las martirizan.
A la ciudad vuelve Skeeter (Emma Stone), una chica diferente a las demás, que se fue a Nueva York y quiere ser escritora. Al regresar y ser testigo de un par de humillantes situaciones con algunas mucamas (las principales las encarnan Viola Davis y Octavia Spencer, la primera notable, la segunda aporta más desde lo cómico), Skeeter decide escribir un libro con las vidas de mucamas que han vivido sirviendo a patrones blancos. Hacerlo no es sencillo: todos deben ocultar su identidad y esos encuentros pueden ser peligrosos.
Así, entre anécdotas de las mujeres con distintas patronas (la insoportable dama de sociedad que encarna Bryce Dallas Howard, la amable y marginal que interpreta Jessica Chastain, entre otras), situaciones humillantes y revanchas supuestamente graciosas, el libro se va escribiendo y el sur empieza a enfrentarse a los cambios de la época, con la muerte de Kennedy, las manifestaciones por los derechos civiles y los problemas que implica cambiar una cultura en la que ese casual racismo –usar el baño de afuera, cubiertos separados, etc.- está tan arraigado que se lo da por sentado.
El filme pasa de historia a historia, episódicamente, y le sobran minutos, subtramas y sentimentalismos varios. Pero también logra emocionar sin pretensiones y, gracias al trabajo de Davis, darle una carnadura algo más realista y menos “best-seller”. Un poco como Un sueño posible –aquella película que le dio el Oscar a Sandra Bullock-, a la hora de los premios, Historias cruzadas es algo así como “la candidata de la gente”.