Basada en la novela homónima al titulo en Ingles “The Help”, de Kathryn Stockett, está ambientada en los albores de la década de 1960, ubicando las acciones en Mississippi, que de los 50 estados de los EEUU sea posiblemente respecto del cual más películas se hayan realizado que se refieran el tema del racismo, Ku Kux Klan incluido, se estrena esta producción, uno de los tanques del año con expectativas mirando hacia los próximos premios de la Academia de Hollywood.
Tratando de desgranar el texto fílmico, el nombre “The Help” da cuenta de dos posibilidades, entre muchas. La primera, y más directa, es en función de quienes gira la fábula, las mucamas, que desde siempre fueron llamadas, y en forma despectiva, sobre todo en diálogos entre la gente de clase alta en los estados del sur, como “The Help”.
Por otro lado, el significado literal del término tiene que ver con “la ayuda”, y ahí entra a tallar lo cinematográfico. En su traslación al cine se centra en esos dos aspectos, ya que narra la historia de una aspirante a periodista, blanca rubia y radiante, criada por una de estas mujeres de color negro, pero ella no es igual al resto de sus pares que la rodean. Ella no discrimina, tiene una mirada diferente e intentará hacer justicia de la mano de su pluma, para lo que necesitará la ayuda de las criadas, que le cuenten sus historias, de donde posiblemente devenga el titulo del filme en estas playas, o de la pluma en su mano. Esta disquisición no es ingenua.
Todo el filme tiene grandes dobleces, Skeeter Phelan (Emma Stone) quiere escribir un texto donde el punto de vista de la relación entre las “Criadas y Señoras” (tal el titulo con que se estrenó en Méjico, en España y otros lugares de habla hispana) sea el de las primeras, por ende necesitara la ayuda de ellas. Y lo que podría haber sido una profundización sobre una respuesta esperada, termina siendo un juego naif de puro divertimento hueco, narrado desde el punto de vista de una de las mucamas. La narradora oficial de la fantasía es Aibileen Clark (Viola Davis).
Es verdad que esta producción parece tener como primeras intenciones agradar a Hollywood, ello implicaría tener allanado el camino al premio o, en su defecto, a las nominaciones para los “Oscar”, y para ello es imprescindible incluir varios elementos que ellos sobreestiman. Empezando por los temas por los que transita el guión. Intenta abarcarlos pero no lo logra: racismo, injusticias varias, el aborto, la religiosidad. Luego, es imprescindible contar con una buena legión de actores, y en tal sentido las actuaciones son de lo mejor de la producción, al igual que la reconstrucción de época y el vestuario, muy bien retratados por el director de fotografía sudafricano Stephen Goldblatt (“El Informe Pelicano”, de Alan Pakula, 1993). Digamos que, con las actuaciones, lo único rescatable esta en el orden de la dirección de arte.
La música, siempre en función empática, termina por cansar, no sólo no ayuda a constituir algún tipo de clima, que el guión parece no poseer, sino que la melosidad de la melodía por momentos torna insoportable la mirada.
En definitiva, desde la estructura narrativa no deja de ser una realización clásica, sin demasiadas pretensiones lingüísticas, por no decir ninguna, a partir de un guión previsible, malogrado, construyendo estereotipos y no personajes de carne y hueso, plagado de clisés, sin golpes demasiado bajos, eso se agradece, pero con aires de instalarse en el lugar de la denuncia o de querer aparecer como comprometida con la historia reciente, solo hace 50 años de los EEUU, pero nunca logra ni implicarse, ni evidenciar, ni salir de la mediocridad.