En la licuadora de películas sobre el racismo
Con Historias cruzadas queda inaugurada, en Argentina al menos, la que podría llamarse “temporada de Oscar 2012”, que tiene como hitos la nominación de fines de este mes y, un mes más tarde, la entrega. A partir de la semana próxima irán desembarcando sobre la cartelera candidatas firmes, desde La chica del dragón tatuado hasta Hugo, de Scorsese, pasando por J. Edgar (de Clint Eastwood), La dama de hierro, Los descendientes y Caballo de hierro, de Spielberg, que se sumarán a otras ya estrenadas, como El árbol de la vida y El juego de la fortuna (50/50 es una nominada posible, pero no segura). Si de candidatas “cantadas” se trata, aquí está la primera del año. Cantada, porque reúne varias condiciones esenciales: tema “importante” (el racismo, pre-lucha por los derechos civiles), tratamiento para todo público (drama + emoción + comedia) y una verdadera batalla de actuaciones femeninas, que promete multiplicar candidatas en todas las ternas. Aunque no necesariamente en la de mejor película.
Basada en una novela publicada tres años atrás por una señora llamada Kathryn Stockett, Historias cruzadas (título original: The Help) transcurre en los primeros ’60 en las afueras de la ciudad de Jackson, capital del estado de Mississippi. La segregación es oficial: el único contacto posible entre blancos y negros se reduce al de empleados y patrones. O criadas y patronas, en el que focalizan novela y película. Entre un despliegue de spray y vestidos abuchonados, las señoras, esposas en su mayoría de dueños de plantaciones, se reúnen para jugar al bridge, mientras las domésticas mantienen llenos sus vasos de Coca Cola. Entre las mujeres blancas se destacan dos, prolijamente opuestas. Puro veneno destilado, Hilly Holbrook (Bryce Dallas Howard, que también hace de monstruito en 50/50) es “la mala”. La racista desaforada, que aconseja a las amigas construir en sus white mansions baños para negros, para evitar infecciones, al tiempo que elabora un proyecto para “profundizar el modelo” (el modelo segregacionista). Una caricatura, casi a la altura de Cruella De Ville.
La otra blanca con relieve es, claro, “la buena”, la heroína de la película. Eugenia (Emma Stone, estrella en ciernes) tiene 23 años y un par de ojazos que su ansiedad juvenil y su tan americana sed de verdad parecen abrir más todavía. Eugenia es “la distinta”, la chica con inquietudes (acaban de contratarla para escribir una columna “femenina” en el diario del lugar), que inevitablemente terminará chocando contra el barbarismo de sus congéneres. Sobre todo, a partir del momento en que decide cometer la herejía de escribir un libro que les dé voz a las otras, las criadas, las que no la tienen. En este segundo grupo se recorta, simétricamente, otro par de emblemas. Una, Aibileen (Viola Davis, que ya había sido nominada por La duda) es la sufrida, la que carga una tragedia personal, la que soporta y calla. Hasta que deje de hacerlo, se entiende. La otra, Minny (la voluminosa Olivia Spencer), es su previsible contracara: la que no se queda callada, la que saca toda la furia, la que le hace comer a la patrona turra una torta de mierda (literalmente).
Como la mera sinopsis permite adivinar, Historias cruzadas es un verdadero catálogo de fórmulas, tanto temáticas (¿hay algo más fácil que denunciar el racismo de hace 50 años?) como dramáticas y locales (todos los clichés sureños posibles, incluyendo el canturreo al hablar, el calor y los sauces llorones). Algo así como una mezcla de Tomates verdes fritos con Conduciendo a Miss Daisy con El color púrpura. Tan elemental como todas ellas, la película (¡que dura dos horas y media!) es, sin embargo, más llevadera. La narración es fluida, la iluminación cristalina, los golpes bajos son menos bajos que en algunas de las nombradas y las actuaciones notables, aun al servicio de lo obvio. Una película de verano, en suma, como un helado en palito.