Al tiempo de su lanzamiento en los Estados Unidos, la novela en la que está basada Historias cruzadas resultó un fenómeno deventas inesperado. Pocos apostaban por el éxito del relato de la vida y los sufrimientos de las mujeres negras trabajando en casas de empleadores blancos en el Sur de mediados de los años sesenta. Para muchos el libro resultó controvertido en su liviandad y por el hecho de que está contado desde el punto de vista de una inocente, aparentemente ingenua, hija de la clase dominante de Jackson, Mississippi. Algo similar se le podría achacar al film, que comienza con el retorno al hogar de la mujer en cuestión, Skeeter Phelan, que luego de graduarse de la universidad aterriza en el lugar en el que creció para verlo con renovados ojos. Así, la aspirante a periodista se da cuenta de que para destacarse en lo suyo tendrá que encontrar una historia que pinte su aldea y por ello decide armar un libro con el relato de esas mujeres negras que se ocupan de la casa y los hijos de su madre y amigas, pero que no tienen permitido usar el baño de los dueños. Así, logrará convencer de participar de la peligrosa tarea a Aibileen Clark y Minny Jackson, dos mujeres que sufren el racismo flagrante de sus empleadores.
Sin ser un relato de denuncia ni un alegato por los derechos civiles de la población negra, Historias cruzadas prefiere contar los detalles cotidianos de la interacción entre un grupo de mujeres viviendo en un mundo con reglas tan estrictas como inhumanas. Y tal vez en manos de otras actrices esa dirección de la trama podría haber resultado en un festival lacrimógeno sin demasiada sustancia. Sin embargo, cada una de las intérpretes de este film lo eleva más allá de las circunstancias del guión que el director Tate Taylor adaptó de la novela. En el papel de la no tan ingenua Skeeter aparece la ascendente Emma Stone, una actriz con gran talento para la comedia y que no parece tan cómoda en el drama, aunque claro que eso puede deberse a que muchas de sus escenas las comparte con la enorme Viola Davis, que interpreta a Aibileen. Sin gestos grandilocuentes y apenas con unas sonrisas cargadas de tristeza y unos gestos de dulzura infinita, Davis se transforma rápidamente en el centro del relato, en el corazón de esta historia conmovedora. La interacción del personaje de Davis con los niños blancos que cría y cuida cuando no pudo hacer lo mismo por el propio compensa cierta rigidez en el desarrollo de las villanas de la historia: esas jóvenes amas de casa que defienden la segregación racial a capa y espada.
Para equilibrar tanto drama el relato cuenta con el personaje de Minny, una mujer que se niega a seguir siendo maltratada por su empleadora y que la actriz Octavia Spencer despliega con humor y desparpajo. Algo de eso tiene también el personaje de Jessica Chastain ( El árbol de la vida ), una mujer que es despreciada por la sociedad blanca por sus humildes orígenes y que no comprende del todo que no está bien visto ser amiga de la mucama. Como una suerte de Marilyn doméstica, gracias a la interpretación de la habilidosa Chastain, ese personaje merecería su propia película.