Historias de amor, locura y muerte
Historias de caballos y hombres prueba que se puede hacer cine fascinante con unos pocos elementos: caballos, hombres -y mujeres, ahí está la notoriamente fotogénica Charlotte Bøving- y un paisaje, el islandés, de belleza tan cierta como improbable. En realidad, también se necesitan encuadres deslumbrantes, música que se haga merecedora de estar allí, personajes bien delineados con pocos trazos, y varias líneas narrativas que tengan sentido: historias de amor, de locura y de muerte.
En el film también se lucen una comunidad, un valle, caballos y yeguas refulgentes, amor por el alcohol, enamoramiento, deseo, celos, sangre y frío, y el orgullo de pasear a caballo como reyes de un espacio en el que la naturaleza empequeñece los actos humanos hasta volverlos absurdos.
En Historias de caballos y hombres campea el humor -el negro, el absurdo y el de otras clases-, combinado con los usos y costumbres de una comunidad con un aire salvaje, violento y primitivo que convierte a esta película en una experiencia embriagadora, que despierta los sentidos. Ver esta ópera prima islandesa con una buena proyección en una sala de cine impacta. Y no sólo eso: divierte y asombra. Por la perfección rítmica del primer tramo (hombre orgulloso de su yegua, de su andar, de su dominio), por la épica etílica del viaje en el agua de la segunda secuencia, por las absurdas intrusiones de los accidentes, los peligros y la muerte. Por cada conjunto de animales y humanos llenos de determinación filmados con determinación. Y por el memorable momento inmortalizado del afiche, al que se llega con una construcción narrativa de notoria claridad y exacto timing.
El director debutante -pero con experiencia teatral y en el cortometraje- Erlingsson arma una de esas películas inusuales, pero que hacen sistema desde el principio (menos, quizás, el personaje "latino", cuyo estar fuera de lugar culturalmente se duplica en el relato). Todo fluye de manera singular y sin apelaciones al exotismo: caballos, humanos, paisaje, pulsiones, enconos, emociones. Historias de caballos y hombres demuestra que se puede ser distinto sin poses falsas. Que se puede ser claro y turbulento, embriagador y divertido. Y mantener la claridad de la mirada. Por eso, desde el principio, se nos muestra la imagen clave: el cuerpo de un animal observado de cerca como un mapa, para enseguida entrar a este territorio que merece explorarse.