Sobre las bestias en los hombres
Al final de Historias de Caballos y Hombres hay un cartel que anuncia que ningún caballo fue herido durante el rodaje y que todos los que participaron en la película aman a los animales, algo necesario luego de ver durante más de una hora distintas formas de tomar a los caballos como objetos.
El título no podría ser más simple y claro: son pequeñas historias, pequeños fragmentos sobre caballos y hombres, todos viviendo en una misma zona, a varios kilómetros de distancia; se conocen entre sí, algunos más cercanamente, otros no tanto. Con estas situaciones se arma una composición coral sobre la relación entre caballos y dueños, variaciones sobre este motivo. Lo interesante es que, a pesar de que ciertos hechos resultan muy predecibles desde la mitad de la película en adelante, no es la intriga por los acontecimientos la que nos lleva a seguir mirando sino la pregunta por el modo en que estos se darán. Esto está logrado a través de una progresión dramática que hace que los distintos fragmentos sean, en efecto, variaciones sobre un tema y no simplemente repeticiones redundantes.
A un guión simple pero riguroso se suman un buen elenco y sobre todo una fotografía que sabe aprovechar las locaciones y los animales (hay planos en los que podemos apreciar reflejos en los ojos de los caballos), dentro de una puesta de cámara sobria y fría pero desgarradora, que busca conmovernos sin manipularnos emocionalmente.
Dicen que Nietzsche perdió por completo la razón al ver cómo un hombre azotaba a un caballo que no podía cargar el insoportable peso de una carreta. El hombre golpeaba y golpeaba sin parar, sin entender que el caballo no tenía la fuerza para empujar ese excesivo peso, sin entender que el caballo experimentaba un inmenso dolor. En La Insoportable Levedad del Ser, Milan Kundera aventura una hipótesis sobre qué le pasaba al filósofo: le estaba pidiendo perdón al caballo; perdón por el triunfo del antropocentrismo cartesiano, perdón por entender a Descartes literalmente y tomar a los animales como máquinas.
Dicen (quienes han estudiado los arquetipos) que el caballo habla de una fuerza incontrolable, a veces una amenaza; a veces se habla de la bestia contenida en el humano. En una de las escenas más fuertes, donde una terrible nevada amenaza la vida de un personaje, esta metáfora se invierte.
Si bien no es recomendable para quienes no toleran escenas de mucha violencia, Historias de Caballos y Hombres la expone para desnaturalizarla, para criticarla, y, sobre todo, para que podamos ver que quizás ni la naturaleza ni los caballos representan el mayor peligro: es el hombre, que tiene que replantearse su relación con los otros.