El nuevo largometraje de André Øvredal, "Historias de miedo para contar en la oscuridad", recuerda a una vieja tradición del terror que coquetea con lo infantil, sin perder la esencia tanto de los relatos originales, como las marcas personales del director. El cine de terror en Hollywood es uno de los géneros que más se nutre de los componentes extranjeros.
Ya sea realizando remakes de éxitos de otros países; “copiando” estilos como el J-Horror o el giallo; o importando realizadores con grandes piezas del espanto, y probablemente un nombre, en su país. Este es el caso de André Øvredal, perteneciente a una nueva camada de cine de terror proveniente de Noruega (podríamos hablar también de Tommy Wirkola o Roar Uthaug). Øvredal sorprendió a todos con esa joya del cine de monstruos de 2010 llamada "Troll Hunter".
Seis años después apareció en Inglaterra (pero con estrellas hollywoodenses) haciendo "La autopsia", otra gran película que lo terminó de posicionar como un actual referente del género.
De inmediato captó la atención de otro de esos “importados”, Guillermo del Toro, que además de ser uno de los directores actuales más reconocidos del cine fantástico, suele oficiar bastante seguido como productor (de hecho, producirá una remake de nuestra joya local, "Aterrados", realizada por el propio Demian Rugna), otorgándole chances a otros realizadores como la que tuvo él allá por fines de los ’90 con "Mimic".
El resultado es Historias de miedo para contar en la oscuridad, primera incursión plena de Øvredal en Hollywood (aunque es semi independiente), y adaptando un material que no le es propio, una serie de relatos de horror, publicado en tres antologías escritas por Alvin Schwartz. Hay varios datos que deberían llamarnos la atención en Historias de miedo para contar en la oscuridad, pero principalmente uno que tiene que ver con su origen, son relatos infantiles. El terror dirigido al público infantil no es ninguna novedad, ni en el cine, ni en la literatura.
Localmente, la pluma de Elsa Bornemann y Ana María Shúa hicieron historia con las antologías "Socorro" y "La fábrica del terror"; pero también son conocidos los nombres de gente como R. L. Stine que se dedica a adaptar historias clásicas de terror a un terreno ATP. En el cine, desde ambas "Escalofríos", hasta las experiencias de Disney en los ´70/’80 "The Watcher in the Woods" o "Something Wicked This Way Come", o la animada "The Monster House".
Todo es cine infantil, con un pie en el terror. Øvredal es un director que no se anda con muchas vueltas, y sus películas suelen de terror puro, de ese para saltar de la butaca. Por lo tanto, la principal característica de Historias de miedo para contar en la oscuridad es que prácticamente borra el límite entre lo que es el cine de terror y lo infantil, algo que a simple palabras, parece opuesto.
Sí, no esperen acá la cantidad de sangre de "La autopsia", pero se las ingenia para no ser una película para nada indecisa, no hay dudas que estamos frente a una de terror, que se asume en serio, y no afronta al género con timidez o inocencia, como si sucede en los ejemplos anteriores que eran antes que nada, films infantiles.
En realidad, los antecedentes de algo como Historias de miedo para contar en la oscuridad, habría que buscarlos en varias películas de los 80 y principio de los ’90. Un cine de terror juguetón, con toques de comedia, personajes infantiles (mayormente la clásica pandilla de los films juveniles de los ’80), y terror de estilo camp.
A ese combo, súmenle el estilo de opresión y juego de oscuridades de André Øvredal, y un apego bastante fuerte a las fuentes. El resultado es de por más interesante. Stella (Zoe Margaret Coletti), Auggie (Gabriel Rush), y Chuck (Austin Zajur), son tres adolescentes/pre adolescentes del sur de Estados Unidos en 1968.
Los tres son los clásicos outcast burlados tanto por sus compañeros, como por algunos más grandes. Son orgullosamente raros, aunque las hormonas comienzan a arderles, sobre todo a Auggie, que desea a Stella, o al cualquier otra chica. Los tres se preparan, disfraces incluidos, para la noche de Halloween.
Pero las cosas comienzan a ir de mal en peor. En un autocine, colándose para ver "The Return of the Living Dead", conocen a Ramón (Michael Garza), algo mayor que ellos, que casi de inmediato se les une, más que nada por el interés mutuo entre él y Stella. Pero también aparecen los bullys, y huyendo de ellos terminaran en la que fuera la casa de Sarah Bellows, el mito local.
Una joven encerrada en la casa por sus padres, que escribía historia de terror para que el tiempo corriese, y que eventualmente enloqueció y asesinó a sus padres y a otros niños del pueblo, tal cual los mecanismos de sus historias.
El mito es que quien encuentre el libro y la invoque pidiéndole que les narre una historia, despertará su fatalidad… Por supuesto, Stella lo hace, y a partir de entonces, en los días siguientes, todos, inclusive la hermana mayor de Augie y uno de los bullys, serán presa de lo que Sarah Bellows escribió en sus páginas.
Øvredal logra respetar el espíritu original de los tres libros, escritos en los ’80, inclusive agrega varios homenajes o easter eggs para quienes los conozcan o los haya leído; y a su vez los adapta para que sea terror real sin necesidad de ser tan sangriento ni extremo. También homenajea a mucho terror de la época en que transcurre la historia; alcanza con ver la decoración de la habitación de Stella.
El estilo del director lo encontraremos en el clima de encierro que predomina aún en lugares abiertos, el toque opresivo, los juegos de sombras y sonidos sordos, y esa sensación de que cualquier cosa puede pasar o aparecer cuando menos lo esperamos. Si bien sus historias son muy diferentes, podemos ver las marcas de "Troll Hunter", y sobre todo de "La autopsia", por todos lados. También respeta ese código de los films de los ’80, los tres amigos se ven como un lazo real.
La empatía que se logra con los tres es fuerte, y les creemos la amistad. Son personajes queribles, carismáticos, e identificables. En esto, las interpretaciones de los tres actores es fundamental, y los tres se lucen con mucha gracia y soltura: los momentos de comedia son realmente graciosos sin necesidad de ser estúpidos.
Hay varios momentos para saltar de la butaca, para sorprendernos, y logra que estemos siempre aferrados, sin nunca dejar de ser esa película con un toque infantil. Durante su último cuarto, cuando finalmente Sarah Bellows despliegue su máximo poderío corpóreo, habrá algún momento no tan efectivo, sobre todo por un abuso del CGI, que en producciones modestas como esta, nunca es tan rendidor.
Pero todo el resto del film es tan creativo, su diseño de arte y personajes es tan preciso, y el clima mezcla tan bien la diversión con la tensión, que ese pequeño detalle del final no significará nada.
"Historias de miedo para contar en la oscuridad" es un films más osado de lo que parece. Borra los límites de un género y del otro y entrega una propuesta siempre dinámica y efectiva. André Øvredal vuelve a mostrarse como un realizador con muchas ideas y talento para saber exponerlas. Ojalá haya más capítulos de ese libro que aún no hayan sido contados.