ESCALOFRÍOS
Siempre me ha resultado fascinante el concepto de miedo norteamericano, esa idea de contar historias cuya finalidad última es asustar al espectador, que además quiere ser asustado o sorprendido por el horror. Es decir, tienen una fiesta nacional donde niños y adultos se juntan a ver películas, o a centrarse en círculos y jugar a ver quién cuenta la historia más escalofriante; una larga tradición literaria, y ni hablar de que allí se moldeó el cine de terror moderno al menos en sus estándares y reglas básicas. Historias de miedo para contar en la oscuridad nos habla un poco de todo esto, pero sobre todo nos recuerda que el miedo es tan sólo el efecto tangible de algo que lo empuja, más profundo y sutil.
A pesar de que tiene nombre de antología, y en algún punto lo es, porque se toma su tiempo para contarnos varios cuentos cortos de horror, lo que importa es la historia central que las une a todas: la de un grupo de adolescentes que atraviesa su último Halloween casi como anuncio del fin de la infancia (están en el último año de la secundaria), que por diferentes razones llegan a la casa “embrujada” del pueblo sobre la cual existe un mito urbano: una niña monstruosa encerrada en el sótano por su familia, que le cuenta historias a los niños que se acercan a través de la pared de su cárcel. Los jóvenes encuentran un libro con historias escalofriantes que luego veremos que son reales, y también veremos que las próximas historias terribles de esas páginas serán las de nuestros protagonistas.
El director André Øvredal es uno de esos tipos que tienen la capacidad de hacer ver a sus monstruos tan verosímiles como terribles; ya lo había demostrado en la muy buena Trollhunter (2010) y también en la más convencional pero atendible La morgue (2016). Aquí se inspira en unas cuantas cosas, en las más evidentes como Los cuentos de la cripta, como también en ciertas imágenes del terror del animé japonés. Pero además su destreza para el horror nos regala una película sensible, un poco superficial pero que entiende a la perfección el espíritu del susto norteamericano que explicábamos al principio. También es justo decir que se anima a cierto amargor final, algo que sin ir más lejos no logró hacer la segunda parte de It, y que recuerda a Summer of 84, una película sin estreno en Argentina que se anima a utilizar la estética a lo Stranger things para construir una aventura con graves consecuencias y un final estremecedor. Historias de miedo para contar en la oscuridad no llega a ser tan terrible en su conclusión pero va un poco más allá que la media, le concederemos eso.
Lo que importa de esta película a fin de cuentas es que logra capturar el espíritu de Halloween, da miedo, entretiene y nos cuenta una historia con personajes interesantes. Como todo esto funciona, supongo que poco más podemos pedirle.