La más clara inspiración de la película escrita por Guillermo del Toro y los hermanos Kevin y Dan Hageman no es solo la popular serie de relatos de terror de Alvin Schwartz, sino el imaginario de los mitos urbanos. La casa embrujada, el cadáver que sale de su tumba, los insectos que anidan bajo la piel. Todas y cada una de esas imágenes pueblan el Halloween de un grupo de adolescentes en 1968, mientras la campaña presidencial de Richard Nixon y la Guerra de Vietnam siembran el horror en las calles y los televisores. Pese a algunos recursos previsibles y al exhibicionismo de algún monstruo, el director André Øvredal consigue distinción para una historia que ya conocemos.