Sin una advertencia previa, es difícil sospechar el origen teatral de Historias de ultratumba, que primero fue una exitosa obra del West End londinense -incluso exportada a otros países de Europa, y también a China, Australia y Canadá- y ahora se transformó en una película que marca el debut como directores de Jeremy Dyson y Andy Nyman, sus autores.
La película se inscribe en la tradición de Amicus, la desaparecida productora británica que en los años ’60 y ’70 se disputaba el mercado del cine de terror con la Hammer. La diferencia entre ambas era que los filmes de Amicus eran menos sangrientos y solían consistir en narraciones enmarcadas: dos características que Historias de ultratumba respeta a rajatabla.
El propio Nyman interpreta al profesor Goodman, un escéptico que dedica su programa de televisión a desenmascarar fraudes paranormales. Su faro en la actividad había sido Charles Cameron, un investigador mediático que en los años ’70 tuvo su propio programa, interrumpido por su misteriosa desaparición. Un día, Goodman recibe una invitación del mismísimo Cameron para visitarlo: en su lugar de reclusión, el anciano le dice que se arrepiente de su carrera, que lo sobrenatural existe y lo desafía a desmentir tres casos que así lo demuestran.
Cada una de las historias resulta estremecedora gracias a la utilización de armas clásicas del terror psicológico. Sencillas y efectivas: luces que se apagan inexplicablemente; dos personas quietas, paradas de cara a una pared; una cuna ocupada sólo por una muñeca sin rostro. Gracias a elementos siniestros por el estilo, acompañados por un muy británico sentido del humor, los tres cuentos están logrados. Y también lo está la historia que les da marco, protagonizada por el profesor Goodman.
Es una lástima que después del vuelo casi surrealista que va cobrando la película, en el desenlace se intente darle una explicación racional a todo lo que vimos, como si algún desmitificador como Goodman hubiera tomado el control y nos dijera que los fantasmas sólo existen en nuestra mente.