Está claro que en la Argentina hay un gran mercado para el género del terror, tanto que llegan productos de todos los colores como si fuesen un muestrario de variedad de facturas en una panadería y ya se sabe: según el gusto de cada uno hay una preferida, tres o cuatro que nunca fallan y el resto es del montón o descartable. Vamos a dejar bien posicionada a “Historias de ultratumba” en el segundo grupo con varios puntos destacables.
El Profesor Philip Goodman (Andy Nyman) es un investigador que está detrás de los embaucadores de almas en pena, y se llaman así mismos psíquicos. Un escéptico conductor de un programa de TV llamado “Engaños Psíquicos” que tiene por objetivo ir por la vida probando que lo de ver fantasmas y comunicarse con el más allá es una gran mentira. El mentor de este hombre es Charles Cameron (Leonard Bryman), quien en los ‘70 se dedicaba a lo mismo y nunca más se lo volvió a ver.
Adivine de quién recibe carta nuestro buen hombre Goodman (chiste), claro, Cameron, quien lo invita a su casa para hablar de estos asuntos. “Como todo el mundo supuse que estaba muerto” “¿Cómo sabe que no lo estoy”, contestará el viejo. Su admirado predecesor ya está “curado de espantos” (si se permite el término) así que le entrega al protagonista tres expedientes con tres casos cuyo desafío es explicarlos. “Si usted me logra explicar estos eventos, entonces yo estoy equivocado respecto a su trabajo”
Esta propuesta argumental servirá como columna vertebral de “Historias de ultratumba”, columna cuyas costillas serán precisamente las tres historias con las cuales Philip debe conectarse para encontrar donde está la trampa, si es que hay tal cosa. Mejor no anticipar de qué la va cada una porque, de todos modos, estamos frente a otra antología de cuentos de terror como otrora lo fueran “Los ojos del gato” (Lewis Teague, 1985), “Creepshow: el festín del terror” (George A. Romero, 1982) o Las crónicas del miedo (Adam Wingrad, 2012, aunque en este caso había varios directores) Pero tal vez, al ser una producción inglesa hay cuestiones que están más cuidadas, empezando por una concatenación más orgánica de los cuentos, aun cuando estos sean episódicos y tengan nombre y apellido.
La impronta de este estreno encuentra un antecedente en aquella “Al morir la noche” (Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y otros, 1945), y hasta parece filmada en esa época. Es decir, el tono pomposo, escéptico, irónico y a la vez melancólico que tiñe todo como un manto omnipresente deja lugar al humor, pero sin abandonar nunca el género al cual pertenece, y habrá sustos de los buenos.
El mismo protagonista es quién dirige con una habilidad muy precisa para apostar a un momento de tensión que va in crescendo, sosteniendo el pulso dramático y de suspenso a base de cámara en mano y lo que esta encuentra cuando se vuelve subjetiva y vertiginosa, pero también cuando encuadra para dejar en evidencia lo que quiere mostrar. Esto y el registro actoral es lo que mejor funciona. Herramientas genuinas que ademán no necesitan de efectos de la banda sonora o estridencias innecesarias. Jeremy Dyson y Andy Nyman parecen sincerarlo todo, como si sus miedos de chico estuviesen al frente en el guión, y ante esa clase de sinceramiento a la hora de escribir, hay menos riesgos de fallar. Todo es creíble, bien instalado y de un trabajo técnico que se apoya en los elementos de la escena y su indefinición en la oscuridad para hacerlos funcionar. El realizador no le miente al espectador con los efectos de sonido, en todo caso lo engaña bien con el volumen.
Sobrio trabajo del elenco que parece haber entendido a la perfección la propuesta. Es cierto que está lejos del efectismo y la parafernalia de It o la saga de El conjuro, pero Este estreno tiene con qué encantar a los seguidores del estilo y, por qué no, imaginar que estamos frente a una suerte de versión inglesa mezcla de Warren y Sherlock Holmes.