Los directores británicos Jeremy Dyson y Andy Nyman (también protagonista del film) trasladan a la pantalla grande su obra teatral Ghost Stories (Historias de fantasmas), sabiendo hacer uso de cierto surrealismo de las imágenes pero, a la vez, sin lograr que las historias a contar funcionen del todo bien. Como suele suceder con muchas producciones de antología, en este caso tres historias unidas por la investigación de un escéptico investigador de lo paranormal, la diversidad de relatos le otorga al film un desparejo desarrollo sin que ninguno de los arcos termine por contentar al ojo expectante.
El profesor Goodman sigue el rastro de tres casos sin resolver para llegar a demostrar si hay algo de verdad en los sucesos paranormales o si todo responde a un engaño, como ha expuesto a lo largo de su carrera. Es así como el film presenta tres episodios con distintas temáticas dentro del género de horror: un cuidador nocturno (Paul Whitehouse) que es acechado por una niña espectral, un nervioso adolescente (Alex Lawther) que atropella accidentalmente a un demonio en medio del bosque, y un hombre de negocios (Martin Freeman) que comienza a notar una presencia extraña en la soledad de su hogar.
Cada uno de los relatos parte de típicos clichés del género y, a excepción del segundo, que logra tomarse con humor absurdo el hecho de accidentar a un ser del mal, estos no no se separan demasiado –por no decir nada- de lo que son los lugares comunes. No hay sorpresas ni una búsqueda que escape del terror convencional, pero incluso manteniéndose dentro de los límites conocidos tampoco hay un intento desde el guión de lograr mantener un interés en el contenido y la forma de lo que se cuenta. La falta de ritmo o de atmósfera terrorífica dan por resultado historias algo inconclusas que no llevan a buen camino lo que se propone contar.
El film alcanza ciertos puntos interesantes, no tanto desde la narración sino en la forma que introduce ciertos recursos estilísticos que, a pesar del desinterés que despiertan los relatos, logra captar la atención con su rareza visual (sobre todo a lo que se refiere al climax final). Sin embargo, esto no evita dejar a Historias de ultratumba como una desafortunada obra que sale más golpeada que airosa en el balance que se puede hacer de la misma. Algo que termina convirtiendo a su espectador, al igual que el profesor Goodman, en un escéptico de lo sobrenatural. Por suerte, es sabido que el género tiene mucho más para ofrecer.