Los restos de la era industrial.
Dividido en tres relatos, el último film de Antonio Capuano recorre el barrio obrero de Bagnoli, ubicado en Nápoles, a través de Giggino, Antonio y Marco, tres generaciones que representan la ampulosa y vehemente idiosincrasia napolitana. Las historias determinan tres situaciones sobre el pasado, el presente y el futuro de este barrio marcado durante todo el siglo XX por su relación con la fábrica metalúrgica y golpeado duramente por la desaparición de la misma a principios de la década del noventa a causa de la aplicación de las preceptos neoliberales, que promovían la reconversión económica hacia las áreas de servicios.
Giggino es un delincuente linyera que roba pequeñas cosas de los autos estacionados en una eterna carrera que corre alrededor de la ciudad contra la ciudad misma. Tras ser desahuciado de su casa por su esposa regresa al hogar de su padre, Antonio, un jubilado fanático de Maradona que trabajó toda su vida en la fábrica y ahora se dedica a contar historias a mafiosos sobre el astro argentino del fútbol. Marco es un joven de dieciocho años que admira a Antonio y sus relatos sobre la época dorada del Napoli, siempre trabajando como delivery en un almacén y viviendo con su familia junto a muchas otras en un edificio tomado que antes funcionaba como escuela.
Los tres personifican la decadencia de un barrio y de una cultura que traspasa las fronteras de Italia y de Europa para expandirse hacia el mundo. Estamos ante las consecuencias del triunfo de las bases económicas del neoliberalismo que destruyó las industrias pesadas, la identidad y la solidaridad ciudadana para transformar el mapa socioeconómico y devastar el territorio, dejando a los trabajadores al borde del colapso sin ninguna protección ante las crisis económicas producto de la corrupción del capitalismo.
A través de los protagonistas se puede divisar la violencia de Bagnoli, expresada en la droga y la mafia, no obstante también aparece la esperanza en la militancia política de la juventud que se expresa en el arte y la política. La desoladora realidad se mezcla así con la esperanza, que surge como un elemento fantástico que descoloca a los personajes y modifica su percepción para ofrecerles la belleza transformadora del arte. A su vez, en las afueras de la ciudad, la fabrica se yergue como un monumento moderno brutalista a las políticas industrialistas y la vida fabril, mientras el paisaje urbano de este barrio -construido caóticamente y sin ningún control- la rodea dándole la espalda, sumido en la crisis económica y espiritual de Europa.
Utilizando la cámara en mano, Capuano exprime al máximo los recursos de la ficción documental poniendo los mecanismos a la vista en un film político y corrosivo que enfoca la cámara en los residuos de una era vía las historias de unos protagonistas derrotados. Historias Napolitanas encuentra así, de forma extraordinaria, la identidad de Nápoles en su barrio más representativo y en las vidas de sus habitantes para comprender el estado de la crisis europea en uno de sus países más importantes.