La muerte atrapada en una imagen en la que siempre “vivirá”
La literatura latinoamericana es rica en obras de realismo mágico y escritores como Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges y hasta Mario Vargas Llosa son los mayores exponentes del género.
Este estilo literario en cuyas obras el desarrollo narrativo continuamente dispara mensajes subliminales que no son dichos sino solamente sugeridos, ha sido una tentación irresistible para muchos cineastas, pero las dificultades de trasladar lo mágico a la pantalla de cine no han podido ser salvadas y han quedado en películas mediocres salvo escasas excepciones.
Para confirmar la regla puede mencionarse como excepción a “Eréndira” basada en un cuento del ya mencionado García Márquez, que Ruy Guerra, director brasileño (nacido en Mozambique), filmó en 1983 para el cine mexicano y consiguió imprimir en pantalla todos los simbolismos esenciales para que el espectador comprenda los mensajes del escritor colombiano.
Curiosamente, también de Brasil es la directora Julia Murat quien filmó “Historias que sólo existen para ser recordadas” con un guión “mágicamente impresionista” que ella misma escribió junto a María Clara Escobar y Jorge Sholl.
Sinopsis de “Historias que sólo existen al ser recordadas”
La acción se desarrolla en Jotuomba, un pueblo imaginario de Paraíba, una región brasileña que vivió en la década de los ´30 con gran esplendor y en la actualidad se encuentra en un estado de olvido y casi abandono.
En el pueblo todo se ha detenido, todos los días se parecen a otros días y sólo tienen mínimas diferencias que justifican que sus habitantes, todos ancianos, continúen vivos.
Madalena es uno de ellos. Diariamente amasa el pan que se vende en el “abarrotes” pueblerino, asiste a misa para escuchar el mismo sermón en medio de las mismas series de oraciones, y comparte la comida con sus vecinos en una mesa presidida por el sacerdote del lugar.
Nada cambia hasta que llega al pueblo una joven fotógrafa y se hospeda en la casa de Madalena.
Crítica y análisis
En una película con lánguidos y repetitivos planos secuencia Murat hace una amarga aunque casi velada crítica a las políticas que dejan de lado, en espera de su desaparición, a sectores a los que llevan a la extraña situación de estar “muertos en vida”.
La trama desarrollada con parlamentos repetidos lleva al espectador rápidamente a la conclusión de que todo lo que se vive en este mundo es efímero y sólo quedarán los recuerdos.
La joven mujer que llega al pueblo puede traer un hálito de esperanza y sus fotografías atraparán lo que se está muriendo para que pueda ser recordado a través del tiempo.
La directora Julia Murat contó con la participación de Lucio Bonelli como director de fotografía para lograr planos y encuadres perfectamente trabajados “a viejo” que hacen trascender desde el comienzo de la película el lineamiento de su trama principal.
Todo el elenco realizó una labor homogénea, con lo que queda demostrada la capacidad para dirigir actores de la cineasta brasileña. Los intérpretes tienen el preciso physique du rol aunque no se basan en él para sus composiciones, sino que lo hacen con sus recursos expresivos que han sido aprovechados por la realizadora para interesantes planos de frente y en largos planos back.
El filme puede resultar un poco lento y minimalista para el espectador común, pero el cinéfilo encontrará plasmado en la pantalla todo el espíritu del realismo mágico como poquísimas veces se encuentra en la cinematografía internacional.