Lo eterno y lo efímero
Historias que sólo existen al ser recordadas . Una película con este título no puede ser mala. Prejuicio que, como tantos, se confirma. La opera prima solista de la brasileña Julia Murat es bella, delicada, rigurosa, misteriosa, visualmente impecable. Mérito de la realizadora, fotógrafa -como uno de los personajes clave-, y del argentino Lucio Bonelli, que trabajó nada menos que con Julia Solomonoff (coproductora de Historias...), Lisandro Alonso y Mariano Llinás.
La primera parte nos muestra a una anciana que hornea pan en un pueblito rural al que ni siquiera llegan el tren ni la electricidad. Madalena (Sonia Guedes), como el resto de los habitantes del imaginario, exuberante y desolado Jotuomba, vive encerrada o amparada en una rutina circular que, a la manera de cualquier rutina, provoca tedio y sensación de eternidad. Su única salida es viajar al pasado: escribirle, bajo la luz amarillenta y vacilante de una lámpara a kerosene, cartas a su marido muerto. Planos de atmósferas e iluminación casi pictóricas.
Este tramo del filme, hecho de secuencias que se repiten como si aludieran a un mismo día que termina y vuelve a comenzar, está trabajado en registro casi documental: al estilo de, por ejemplo, Le quattro volte . De hecho, Murat hizo una investigación de años sobre los habitantes de la zona y eligió a varios para que “actuaran” en su película. Al principio, los vemos -como a Jotuomba- en planos abiertos, sin detalles ni explicaciones: la mirada de Madalena, que vive ahí y no se hace preguntas.
Cuando irrumpe una joven fotógrafa, Rita (Lisa Fávero), que le pide a Madalena quedarse por dos o tres días en su casa, sentimos una alteración mucho más profunda que la que debería provocarnos una mera forastera. Rita nos remite a una viajera llegada del futuro, a una grieta entre dos dimensiones, a una invasora. Sus ojos y sus cámaras fotográficas nos revelarán, con mayor claridad, movilidad y minuciosidad, que el pueblito está detenido en el tiempo, sin jóvenes ni chicos. Los habitantes son hoscos. El cementerio está cerrado. La lista de muertos, en la pared de una pequeña iglesia, termina en 1976.
Rita toma registros y avanza -sin angustia, como en un buen sueño- detrás de esos misterios. Misterios que más que ser revelados sugerirán distintas capas de sentido. El cruce de mundos se dará, como Murat explicó, bajo ciertos postulados del realismo mágico. Pero Murat también mencionó a Borges y en Europa, pobre Borges, lo incluyeron entre los impulsores del realismo mágico...
Tal vez la alusión al autor de El Aleph se justifique si pensamos en El inmortal : el consuelo más sólido que existe contra la muerte.
Historias... juega con la misma idea de este cuento: la eternidad personal nos conduciría fatalmente a la desidia absoluta; nuestra condición efímera le otorga sentido y belleza a la vida.