El problema de Hitchcock es que no se atreve realmente a nada. Sascha Gervasi produce un Hollywood y un Alfred plásticos y pintorescos que son pura impostación, y cuando uno supera el estupor de hallarse frente a ese universo de cartón digital, comprende que allí están los materiales en bruto insospechados para hacer una buena película. El Hitchcock de Hopkins, siempre de gesto exagerado y nunca una persona de carne y hueso, parece empujar la película hacia el absurdo y la comedia: Hitchcock se pasea por en su casa vestido de traje y le habla a Alma, su esposa, como si estuviera en el trailer de una de sus películas. Sigilosamente, el film de Gervasi se vuelve inestable, poco respetuoso con la figura real y, por eso mismo, atractivo e intrigante, hasta que el guión opta por un camino más predecible: la crisis matrimonial, que acaba con el delirio que se venía insinuando alrededor del thriller y el terror (Psicosis parecía contaminar lentamente el relato), inclina la historia hacia la seguridad del drama de pareja y de un tono que se quiere realista. De ahí en más, lo único que queda esperar son los retruques filosos de Helen Mirren, alguna anécdota simpática sobre la filmación y poco más que eso; la película elige explicar el rodaje de Psicosis como una suerte de catarsis de big Alfred y la psicología, que antes era prácticamente burlada (Anthony Perkins es contratado para hacer de Norman Bates cuando cuenta que estaba enamorado de su madre y quería que su padre muriera), pasa a ser el esqueleto que sostiene la película. El asesino Ed Gein imaginado por Hitchcock pierde su peso cuando el guión lo corre de la zona de desquicio inicial y lo vuelve algo así como la parte oscura del realizador, el murmullo del instinto que hay que acallar (antes, aunque imaginario, era un igual suyo, otro loco como él). Finalmente, la débil voluntad del comienzo de copiar la época y a sus protagonistas pierde impulso y del facsímil original solo son dignos de recuerdo la interpretación de Scarlett Johansson y su Janet Leigh, muy parecida en la voz, corte de cara y busto turgente.