Un merecido homenaje
Este film que marca el debut de Sacha Gervasi en la dirección, no es un biopic profundo y minucioso sobre la vida y obra del “maestro del suspense”, ni se presenta como tal.
Basada en el libro de Stephen Rebello, “Alfred Hitchcock and the Making of Psycho”, la película se adentra en lo que fue la gestación, filmación y postproducción de Psycho (Psicosis), tal vez la más audaz aventura cinematográfica que se convertiría en el filme más controvertido y legendario del director británico.
La historia se centra en un Hitcock que, desesperado por romper moldes y no repetir sus propias fórmulas, lo arriesga todo por adaptar la sangrienta novela de Robert Bloch basada en hechos reales. Y cuenta como Hitchcock, con su esposa y colaboradora Alma Reville, hipotecan su lujosa casa y su bienestar para inventarse una película donde su estrella femenina es asesinada a la media hora de proyección, lo que cambiaría la estructura formal de este arte al violar de forma consciente una de las reglas más antiguas de Hollywood.
El relato se estructura narrativa y formalmente, y a manera de homenaje, como una especie de “Alfred Hitchcock Presenta” (la serie de televisión creada por este icono del celuloide), desarrollando una trama con tres conflictos importantes: por un lado las anécdotas de rodaje de Psicosis, manteniendo los aspectos principales de aquella como el endeudamiento personal para financiar el proyecto, la pelea con los estudios y la censura y el armado de una campaña de publicidad tan ingeniosa como efectiva y con la que lograría cuatro nominaciones a los Oscar. Por otro, la especial y significativa relación que el director mantuvo con su esposa y colaboradora Alma Reville, a quien le atribuyen la contratación de Anthony Perkins para el papel de Norman Bates o la elección de la música “afilada” compuesta por Bernanrd Herrmann para la escena de la ducha. Un tercer conflicto tiene que ver con las alucinaciones de Hitchcock sobre Ed Gein, el asesino múltiple que le dio las claves para el personaje de Norman Bates, y que presumiblemente Sacha Gervasi utiliza para crear algo de ese clima sombrío con el que emblemático director perfumaba sus historias.
Hitchcock es un relato atractivo y entretenido que avanza con buen ritmo y calidad técnica, manteniendo el interés del espectador, homenajeando a uno de los hitos del cine y acercándonos al retorcido universo de Hitchcock, con más de una lógica licencia artística sobre lo que ocurrió realmente en el rodaje de Psicosis.
Por ejemplo, ignoran la leyenda que cuenta como Saul Bass (aquel maravilloso diseñador de títulos de crédito), dirigió la antológica secuencia de la ducha cuando se enfermo Hitchcock, en lugar de su esposa como lo muestra el film.
Anthony Hopkins ofrece una interpretación memorable, dando vida a este personaje tan particular,que con su característica papada, su particular tono de voz y movimientos o gestos distintivos, nos presenta a un ser humano carismático, divertido, audaz e imprevisible al mismo tiempo.
Tanto la genialidad del maestro del suspenso, como sus obsesiones, su alcoholismo y su compulsiva glotonería, está muy bien retratadas por un Hopkins que logra hacerlo tan despreciable por momentos y tan irresistiblemente divertido en otros.
Helen Mirren hace una creación sutil y magistral de la sufrida y sagaz Alma Reville, que logra retratar su complicada vida al lado de alguien tan singular como atormentado, tan extraordinario en su arte como retorcido en su existencia.
Algo curioso ocurre con los actores secundarios, que logran imponerse a sus personajes, lo que ocasiona una rara sensación por la cual nunca logramos ver, por ejemplo, a Janet Leigh o Vera Miles, sino a una Scarlette Johansson que no logra evocar la figura, mezcla de fragilidad y sensualidad, de su personaje, o a una Jessica Biel fría y distante.
La presencia de otros personajes caricaturescos, como el presidente de Paramount personificando la idea del directivo de estudio entrometido, o el escritor trepador que intenta seducir a Alma para triunfar en Hollywood, o el personaje Anthony Perkins (Un James D’Arcy siempre inseguro), no sobresalen en la trama pero sirven a la consecución del relato.
Como un especie de macguffin (clásico recurso hitchconiano), el director Sacha Gervasi utiliza los entretelones de aquel arriesgado proyecto para presentarnos un relato que con gran simpleza narrativa y sin profundizar demasiado en los personajes, nos da un sutil pantallazo de otros aspectos intrigantes de la vida personal de un hombre que se vendió al público como marca registrada a la vez que ocultaba sus turbulencias emocionales, como la obsesión enfermiza por sus protagonistas femeninas, sus tendencias voyeuristas o su elevado interés por el lado oscuro de las personas y las cosas.
Un hombre que comprendió antes que nadie que el director es la estrella y se lo hizo saber muy pronto no solo a la industria y a las estrellas que él dirigía, sino también al amado público
Hitchcock no ahonda demasiado en la vida del director ni revela nada nuevo sobre el cineasta, pero es una propuesta entretenida, muy bien actuada y con una banda sonora (a cargo de Danny Elfman) que juega con el misterio, el romanticismo y el humor del relato, cuya simpleza dramática alcanza su máximo clímax cuando se recrea la primera vez que la famosísima escena de la ducha se vio en pantalla y Hitchcock tiene la oportunidad de escuchar las reacciones del público detrás de la puerta del cine, anticipándolas como si fuera un director de orquesta.
Tal vez alguien que nunca vio la versión original de Psicosis, o no conoce nada del icónico director, perderá buena parte de la diversión, pero aquellos que si lo hicieron disfrutaran de la experiencia de revivir esa mítica escena de la ducha desde otra perspectiva.
Hay un texto de Slavoj Zizek (filósofo y psicoanalista esloveno) muy interesante sobre Hithcock titulado "Nunca se puede saber demasiado sobre Hitchcock" ( Žižek, 2000), cuya consideración nos llevara a disfrutar un poco más de este film.