Alfred Hitchcock fue y seguirá siendo uno de los directores más importantes y famosos en la historia del cine. Su trascendencia como artista fue reconocida tanto por críticos contemporáneos a sus películas (y otros muchos actuales) como por colegas de todo el mundo (léase "El cine según Hitchcock" de Francois Truffaut). Pero la parte de famoso no fue menor. Además de haber dirigido poco menos de 70 películas, a mediados de la década del 50, Hitchcock aprovechó el apogeo de la televisión para lanzar su propio programa en el cual presentaba semanalmente historias de suspenso y misterios, que supervisaba personalmente y en algunas ocasiones también dirigía.
Dicho esto, existe muchísimo material audiovisual y literario sobre la vida del excéntrico genio. Y es que el buen Hitch ("without the cock" como le pedía a sus actrices que le llamaran) estuvo siempre muy expuesto en el mundo del espectáculo. Basta con hacerse de alguna de sus películas en DVD o Blu-Ray, ver los extras y nutrirse de toda su vida y obra. O en su defecto adquirir alguno de los varios libros que se escribieron sobre él. Su vida fue indudablemente interesante, repleta de anécdotas que ayudan a comprender sus fobias, sus placeres y su particular personalidad.
Cuando Hitchcock era tan solo un niño, su padre lo castigó por una travesura y le obligó a entregarle una nota al oficial que se encontraba en la comisaria aledaña a su hogar que dictaba que lo debía encerrar en una celda por un rato. Esto probablemente explique su temor y rechazo a la policía por el resto de su vida. Y lo que es más interesante, quizás resulte un indicio de porqué supo retratar durante varias de sus películas a personajes que eran acusados de un crimen que no habían cometido. Véase Intriga internacional, El hombre equivocado, Saboteur, El hombre que sabía demasiado (película que fue filmada originalmente en su Inglaterra natal y luego él mismo se encargo de hacer la remake con Jimmy Stewart en Hollywood) y Los 39 escalones entre muchas otras. Curiosamente en Psicosis, su película más popular y debatiblemente más importante, sucede todo lo contrario. Prácticamente todos los personajes son culpables de algo, y por eso su protagonismo dura tan poco, al punto de que uno de los aspectos más sorprendentes de la estructura narrativa del film es que el protagonista que lleva la historia adelante cambia cada 30 o 40 minutos.
El problema de Hitchcock (la película, no el director), más allá del irregularmente acertado casting (Anthony Hopkins y James D'Arcy sorprenden con su parecido físico a Alfred Hitchcock y Anthony Perkins respectivamente, pero Scarlett Johansson y Jessica Biel están ahí porque probablemente algún productor pensó que la película vendería más) es que no tiene nada nuevo que contar. Ni siquiera se trata de un making of de Psicosis, que más allá de algunos altercados fue una producción considerablemente normal, sino más bien del contexto en el cual se realizó, y lo que presuntamente pasaba por la cabeza del director al filmarla. Hitchcock siempre admitió que se aburría y hasta se quedaba dormido en los platós porque para él la película ya estaba completa en su cabeza una vez terminada la pre-producción, luego sólo restaba ensamblarla. Con lo cual tampoco hay demasiada historia detrás de la realización, y es por eso que el director, Sacha Gervasi y el guionista John J.McLaughing encaran su historia más hacia lo personal, y particularmente sobre su relación con Alma Hitchcock, su esposa. Pero tampoco aquí hay demasiado por contar. Sin dudas Alma y Hitch eran muy unidos y dependientes entre sí a la hora de realizar cada una de sus películas, pero eso no debería pasar de lo anecdótico.
Como enigma sobre cómo era el verdadero Hitchcock (suponiendo que el director de esta suerte de biopic nos lo quisiera plantear) la película decepciona y falla puesto que no se ofrece más de una faceta de su personalidad que es aquella que todos ya conocían.