Casi, casi, pero no. La historia de Hitman es un tire y afloje tremendo que, me animo a decir, nunca podrá ser adaptado correctamente a la pantalla grande. El Agente 47 es simplemente un personaje demasiado oscuro, parco y carente de emoción como para resultar un héroe convincente, y eso que los esfuerzos de Hitman: Agent 47 por humanizarlo son varios, pero no hay caso. A estas alturas, es mejor pegarle un buen repaso a uno de los tantos videojuegos de la franquicia y el resultado será mucho más satisfactorio que sentarse a ver la reimaginada aventura del calvo asesino.
Un progreso claro es que esta nueva versión es mucho más asequible que la terrible antecesora del 2008, un chiste por donde se la mire. Problemas de producción, re-filmaciones, un director despedido por el estudio y un protagonista que sólo accedió a hacer la película para costearse una nueva casa, quien pareciera reírse en todas las tomas porque sabe lo que está haciendo. Una locura, que dejaba el listón bastante bajo para ser superado. Agent 47 logra saltar el escollo pero tampoco toma un impulso tan alto. La dirección de Aleksander Bach tiene una vertiginosidad de videojuego y casi de encargo, pero funcional al producto entre manos. Después de todo, estamos frente a la adaptación de uno, así que la mayoría de los espectadores querrán ver acción a niveles imposibles y, en eso, la película cumple.
Veo como un crimen que el mismo guionista de la anterior, Skip Woods, haya regresado a por más después del pobre trabajo que hizo anteriormente, pero la balanza se equilibra un poco porque comparte la tarea con Michael Finch y hay un intento de producir un film de acción más interesante. No muy profundo, pero con la suficiente historia para mantener al espectador atento durante hora y media. La previa del Agente 47, con todos los experimentos nazis y humanos mejorados de por medio, tiene más sentido, así como también el accionar del protagonista, un correcto Rupert Friend que se sale con la suya al interpretar a una fría máquina de matar que no se detiene ante nada.
Lo acompaña la fémina de turno, una aguerrida Hannah Ware, que se suma al panteón de sobresalientes secundarias que no son damiselas en peligro, sino que se pueden defender muy bien por sí solas. No es un punto menor, y la química entre ambos -de compinches, mas no de intereses amorosos- resulta un motor fundamental para la película. A ellos se le suma un extraño Zachary Quinto, en un papel alejado de los que hace siempre, y el pobremente utilizado Ciarán Hinds en el secundario habitual: el doctor que sabe todo y está arrepentido de lo que hizo.
Hitman: Agent 47 no es para volverse locos, tiene buenas escenas de acción, es entretenida, cortita y al pie, y deja una puerta abiertísima para una secuela que quizás no llegue nunca. Pero su protagonista es una hoja de papel tan en blanco que resulta transparente, una hoja cuyo prontuario no es lo suficientemente interesante como para llamar la atención por más de hora y media.